12 Comentarios

Un texto muy valiente Sergio. Y esto de acuerdo contigo. Es habitual escuchar mensajes alarmistas por doquier. Para mi, se juntan dos cuestiones principalmente. La primera es lo que decía Conquest sobre que todo el mundo es conservador con aquello que mejor conoce. La disrupción de las nuevas tecnologías, y con ellas, de las redes sociales, ha cambiado el entorno social donde niños y jóvenes se relacionan. Un niño o un adolescente en la década de los 90 se relacionaba de una forma mucho más parecida a aquellos nacidos en los años 80 que a aquellos nacidos a principios de milenio. Con aquellos nacidos en torno al 2010, la brecha se agranda bastante más. El mundo ha cambiado rápidamente y las personas somos temerosas ante aquello que no conocemos.

En segundo lugar, creo que existe cierto problema a la hora de interpretar la evidencia empírica por parte del público general. Y lo que es peor, el uso partidista por el poder político de utilizar aquellas que se acomodan a sus creencias. Un estudio aislado no puede ser suficiente para tomar decisiones de trascendencia en políticas públicas. Y mucho menos retorcer ciertos resultados para pretender que se diga lo que no se dice. Con las redes sociales y su prohibición por parte de algunos países tengo esta sensación. Parece que se están tomando ciertas medidas drásticas sin tener toda la información en la mesa. Puede que exista un problema si, pero también creo que lo más importante es identificarlo correctamente.

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Estoy de acuerdo contigo en lo tocante a las medidas drásticas. Esto requiere un análisis más ponderado y fino. Porque ni siquiera las redes sociales, en solo diez años, se van a parecer demasiado a lo que vemos ahora.

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Estoy con Ménez en cuanto al alarmismo que se genera, que me parece que se utiliza con objetivos que van más allá de la preocupación y tienden a mostrar sesgos particulares.

Con todo y con eso, me parece relevante analizar bien la cuestión, porque el uso de redes es una experiencia relativamente reciente y, por tanto, no existen datos temporales tan precisos como en el estudio de otras «adicciones» similares. Ciertamente, a lo largo de la historia nos hemos visto expuestos a un sinfín de avances tecnológicos, algunos realmente disruptivos, pero quizá nunca lo hemos abordado con la rapidez y globalidad con la que lo estamos experimentado ahora. No quiero pecar de ludita en absoluto, pero me pregunto si estos factores sociotemporales se están teniendo en cuenta a la hora de abordar este asunto.

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Son preguntas pertinentes, y sin duda hay que seguir estudiando el asunto, como también observando cómo evoluciona nuestra relación con estas nuevas tecnologías que, dicho sea de paso, tampoco dejan de evolucionar.

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Gran artículo, Sergio. El impacto de las redes sociales sigue siendo objeto de controversia. Como siempre, no se puede simplificar unidimensionalmente, porque raro es el problema social que no es multifactorial, pero creo que el tiempo de exposición es un buen proxy, aunque no el único, porque ¿estarían los jóvenes tanto tiempo enganchados si el contenido no fuera el que es? Si estuvieran leyendo autores clásicos o formándose en tecnología o literatura probablemente no tendríamos ciertos efectos, pero tampoco dedicarían tanto tiempo.

El tema es preocupante, pero como siempre no cabe caer en alarmismos sino ser sensatos y prudentes. Parece que su uso tiene un impacto relevante en la atención (aunque algunos estudios cuestionan esto) o en la materia gris del lóbulo prefrontal, hasta llegar de que se nos pudre el cerebro (brain rot). Y estoy de acuerdo en que la educación y el uso que se le dé son claves. Y que hacen falta análisis más ponderados. De hecho, algún lobby tecnológico o algún investigador independiente ya se atrevió a llevarle la contraria a Haidt y su potente crítica a las redes sociales como disgregadoras sociales y culpables de la emergencia de los problemas de salud mental entre adolescentes de los últimos años, cuestionando si no hay cierto problema correlación-causalidad. Por ejemplo, hablando de si los padres no deberían temer a las redes sociales tanto como temen a las patatas, porque hay patrones que correlacionan igualmente. También parece que podría haber un auge de las enfermedades mentales por la contribución de la ampliación de los conceptos que se manejan ahora y el auto diagnóstico. Tengo en cartera una publicación al respecto.

Por otra parte, las joyas de la vieja tecnofobia que traes son magníficas. Algunas no las conocía. Las añadiré a las que tengo recopiladas en una próxima publicación que se iba a llamar así.

Abrazo.

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Muy buen apunte, Javier. Y estoy convencido de que aún estamos "aclimatándonos" a estos bruscos cambios en la forma que gastamos nuestro tiempo libre. Poco a poco, espero, las cosas se irán poniendo en su sitio. Un abrazo.

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Hola a todos. No me voy a posicionar en esta ocasión porque las prohibiciones en general no molan. Lo único que os puedo decir es que mis alumnos padecen evidentemente un síndrome de abstinencia en cuanto se les quita el móvil de las manos (y este año la comunidad de Madrid ha permitido a los centros discrecionalmente aplicar la prohibición del móvil en las aulas o no).

Y en segundo lugar, y muy tristemente, solo os puedo decir que tienen el poder de concentración de una ameba. Han perdido memoria, interés por el razonamiento, incapacidad manifiesta de leer más allá de los párrafos...

Como dice Javier, es evidente que no es el medio sino el contenido, pero las redes sociales hoy son lo que son.

A partir de aquí que llegue cada uno a la conclusión que quiera.

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Irónicamente, a pesar de lo escrito, esas percepciones que tú tienes las comparto en gran parte. Sobre todo en lo tocante a completo desplome de la capacidad de concentración, no ya solo de los jóvenes, sino incluso de amigos de mi quinta. Me pregunto, también, si eso se debe a las redes sociales o sencillamente a todo un nuevo universo de opciones para entretenerse.

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Si vale de algo, mi experiencia me dice que es un todo, que gira en torno al móvil: youtube, videojuegos, redes sociales, whatsapp...

Dopamina a tope.

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Muy interesante la newsletter de hoy Sergio! Está claro que la naturaleza del propio contenido (y su “nivel de toxicidad”, que varía mucho entres las redes) puede impactar bastante más la salud mental que el volumen “bruto” de horas que dedicas a las dichas redes. Gracias por ayudarnos a tenerlo aún más claro.

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Gracias a ti por tu comentario, Antony. Un saludo.

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Estoy tan de acuerdo contigo Sergio. Gran artículo que refleja una realidad incómoda que la mayoría prefiere ignorar

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