6 Comentarios

Muy interesante, Sergio. Y da para un buen debate. Creo, no obstante, que advertir solo los peligros del moralismo excesivo, oculta el enorme peligro al que se asoma una sociedad que desacredita toda moral. Como si la forma de “morar” el mundo, la manera en que decidimos “habitarlo”, es decir, construyendo costumbres y hábitos, mores, no fuera un ingrediente connatural al ser humano. Porque si todo es relativo y no hay moral, entonces lo que se impone es la ley del más fuerte.

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Naturalmente, sin moral no hay sentido ni dirección. La cuestión es que lo moral aflora de las interacciones, y en lo formal solo se puede trasladar en un debate (siempre inconcluso) entre moralidad, legalidad y axiología. No se puede convivir de otra manera en grupos grandes, donde hay inevitablemente segregación y fractura. O eso, o regresamos a nuestra forma natural de agregación: clanes de unos pocos cientos de individuos perfectamente cohesionados a nivel endogrupo al igual que perfectamente desconectados a nivel exogrupo.

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Convergemos. El miedo es que de la crítica a los moralistas saquen partido los amorales. “La moral” no es el gran enemigo a batir.

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Es un riesgo. La libertad y la tolerancia implican muchos riesgos. Tampoco creo que existan muchas personas amorales, dado que nos relacionamos a través de un prisma moral. Debemos extraer la carga moral del debate cuando tratamos de establecer acuerdos con quienes tienen otra moral, no en el sentido de que prescindamos de nuestra moral, sino en el sentido de entender que los demás tienen otras matrices morales, tan legítimas como las tuyas. Un debate espinoso como el aborto no puede darse si previamente no hay un desarme bilateral de moralidad.

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Estamos de acuerdo. Al menos en la teoría :)

Para que el tejido social no se rompa por completo tiene que construirse un consenso de mínimos, una moral mínima compartida. Uno de cuyos valores es que todos pueden tener el derecho a tener una matriz moral legítimamente distinta, como dices. Pero para mí otro es que debemos trabajar por mantener ese mínimo común, sin rendirse a la comodidad de que cada cual se quede con su moral en el ámbito privado. Un equilibrio difícil de pluralismo entre el politeísmo moral de Webber llevado hasta el extremo del atomismo privado, y el nuevo moralismo de lo políticamente correcto de la ideología woke o el trumpismo que, a pesar de lo que predica, también está confeccionando su propia tabla iliberal de valores.

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oct 26Gustado por Sergio Parra

¡Qué buenísimo, Sergio!

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