Lo normal, lo anormal, lo natural y lo sobrenatural
Dependemos de las fuentes en las que confiamos, no de nuestra habilidad para discernir la verdad.
La distinción entre lo natural y lo sobrenatural, así como entre lo cotidiano y lo divino, es una noción bastante reciente y no muy común. Tradicionalmente, el mundo se veía como una unidad, sin una clara separación entre elementos naturales y sobrenaturales. La diferencia real radica en cómo las personas adquieren sus creencias y comportamientos, ya sea directamente o de manera más sutil.
Las personas no religiosas no son una excepción; también poseen creencias adoptadas indirectamente, sin pruebas concretas, pero defendidas con convicción. Un ejemplo destacado se encuentra en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Esta proclama: "Consideramos estas verdades como evidentes: que todos los hombres son creados iguales". Porque la noción de igualdad, ya sea ante la ley o en el plano espiritual, no se deriva de manera obvia de las características individuales.
Es, ciertamente, una declaración audaz en un mundo de personas como Usain Bolt, que puede correr mucho más rápido que el promedio, y Simone Biles, que tiene cuatro habilidades gimnásticas que llevan su nombre. Cada uno de estos movimientos destaca por su complejidad y el alto nivel de habilidad requerido para ejecutarlos. El 99 por ciento de la humanidad no es capaz de llevarlos a cabo.
En el mejor de los escenarios, se podría argumentar que esta creencia es beneficiosa o que contribuye a reducir el sufrimiento. Sin embargo, no se aplicaba tal como se proclamaba, ni siquiera cuando se formuló. Thomas Jefferson, el autor de esta declaración, tenía más de 600 esclavos.
Otros presidentes de Estados Unidos que tuvieron esclavos, incluso durante su mandato, incluyen a George Washington (también más de 600), James Madison (más de 100), James Monroe (aproximadamente 75), Andrew Jackson (alrededor de 200), John Tyler (29), James K. Polk (56) y Zachary Taylor (cerca de 300). John Adams y su hijo, John Quincy Adams, son relevantes por ser los únicos dos presidentes de los primeros doce que no poseían esclavos.
A pesar de ello, a menudo se presenta como un hecho indiscutible que los derechos humanos y la igualdad son evidentes por sí mismos o que esta creencia es superior a cualquier alternativa. Como lo son las asunciones religiosas.
Teorías de la conspiración
A estas alturas, no debería sorprendernos que algunas personas crean en lo que se denomina noticias falsas o teorías de conspiración. Estas personas simplemente confían en fuentes que consideran fiables, aunque otros no las vean de la misma manera. En realidad, todos podemos ser indiferentes a la verdad si esta no favorece nuestros intereses. Además, la mayoría no tiene la capacidad de comprobar personalmente muchas de las creencias que tiene sobre el mundo. Desde la causa de las enfermedades hasta la forma de la Tierra, pasando por la utilidad de la igualdad como principio moral, dependemos de las fuentes en las que confiamos, no de nuestra habilidad para discernir la verdad.
Esta confianza no es exclusiva de la gente común; los científicos también dependen de ella. Confían en los resultados científicos basándose en la reputación de quien los realiza, el prestigio de la publicación donde aparecen o si los resultados se consideran positivos o negativos. Esto explica por qué ciertas áreas, como las ciencias psicológicas y del comportamiento, tardaron años en reconocer que muchos estudios no eran fiables. Y no se trata solo de estas disciplinas; tras los famosos fracasos en la replicación de estudios de psicología, otras áreas también han afrontado problemas similares.
Por ejemplo: más de la mitad de los principales estudios sobre el cáncer no han logrado replicarse.
La fe en la ciencia
Confiar en la ciencia significa confiar en las personas y en el proceso científico. Nuestras creencias raramente se comprueban por experiencia propia, sino que se basan en lo que conocemos o creemos conocer sobre el mundo, influenciadas por nuestra cultura, educación y entorno desde la niñez. Los científicos, al igual que cualquier persona, confían en el proceso científico y en la honestidad de otros científicos, especialmente en campos fuera de su especialidad.
Culturalmente, tendemos a dar más peso a quién dice algo que al contenido mismo, lo que puede llevar a aceptar o rechazar ideas basadas en quién las presenta, no en su validez.
El advenimiento de la Segunda Ilustración
Los creadores de plataformas de redes sociales y herramientas de inteligencia artificial tienen una gran influencia en cómo pensamos y actuamos en sociedad. A través de pequeñas modificaciones basadas en pruebas A/B y algoritmos, pueden afectar nuestra colaboración e innovación.
Internet ha sido la chispa de lo que muchos llaman la Segunda Ilustración, ofreciéndonos un horizonte lleno de posibilidades al estilo de una nueva Revolución Industrial, esta vez impulsada por el conocimiento. No obstante, el éxito de este despertar intelectual y la promesa de una era de innovación dependen crucialmente de cómo organizamos y gestionamos la información en la red.
Para asegurar un futuro donde florezca la creatividad y el entendimiento mutuo, es esencial introducir ajustes en cómo interactuamos con la información online. Estas mejoras incluyen:
Exposición a diversidad de ideas: animar a las personas a explorar puntos de vista diferentes y a dialogar con grupos que mantienen opiniones contrarias.
Indicadores de confianza: utilizar señales que nos ayuden a discernir la fiabilidad y honestidad de la información, similares a las que confiamos en el mundo físico.
Incentivos para creencias sinceras: ofrecer recompensas que promuevan la adopción de creencias basadas en la evidencia y el pensamiento crítico.
Relevancia personal: mostrar cómo la información se conecta con nuestra identidad y nuestras experiencias personales.
Implementando estos cambios, y otros tantos, podemos fomentar un entorno digital que estimule el pensamiento crítico y la innovación, y nos prepare para afrontar los desafíos del futuro. Al fin y al cabo, nada es evidente y la verdad solo es una quimera a la que podemos aproximarnos progresivamente a través de procedimientos cada vez más estrictos… y pequeños saltos de fe.
Bueno, es que en la Declaración de Independencia esos "hombres" sólo se refería a los propietarios blancos masculinos. Lo de que esos hombres iguales se referían a mujeres, pobres y otras razas se interpretó después. Lo cuenta muy bien el libro de La otra historia de EEUU de Howard Zinn.
El punto 1 en el final de artículo parece la base sobre la que conseguirlo. Si te expones a ideas diferentes, como hacía por ejemplo Charles Darwin mientras experimentaba antes de exponer al mundo su teoría, se tambalean tus creencias, las pones a prueba y consigues formarte un pensamiento más ajustado a la realidad.
Lo de los incentivos y las recompensas del punto 3 es lo que tengo que pensar, porque no veo claro qué se podría dar para empezar a creer en otras cosas, aunque esas cosas se basen en la evidencia. Bueno, sí, dar menos la turra con ciertos temas, que acaban siendo rechazados socialmente por la repetición y la reducción simplista que se hace de ellos. Por ejemplo, el presentismo.