Ya a la venta 'Sapienciología. Volumen 2: Pirate Politics'.
Un volumen que da continuidad, tanto intelectual como estéticamente (y también en su afán de levantar ampollas), a 'Sapienciología. Volumen 1: Octopus Wisdom'.
La pregunta fundamental no es “¿quién debe gobernar?”, sino “¿cómo podemos organizar las instituciones políticas de modo que los malos gobernantes puedan ser destituidos sin derramamiento de sangre?”
La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper
Si aceptamos con Popper que la democracia no garantiza buenos gobernantes, sino la posibilidad de deshacernos de los malos sin violencia, y si reconocemos con Hayek los peligros de toda planificación centralizada, entonces tanto la democracia tradicional como el socialismo revelan sus límites: una es ingenua en su confianza en la opinión colectiva, la otra temeraria en su desprecio por la libertad individual.
Nos queda, quizá, una tercera vía: una democracia líquida, flexible y adaptativa, que delegue en saberes técnicos sin caer en el autoritarismo, complementada por una epistocracia atada en corto por esta misma democracia (sobre todo en la implementación de las normas y regulaciones; un paternalismo libertario que no imponga, pero sí sugiera; que no obligue, pero sí oriente. Lo mejor de los expertos y lo mejor de la sabiduría de las masas respetando la autonomía individual o tribal.
Pero las sociedades actuales son cada vez más densas y compleja. De modo que, alternativamente, podríamos renunciar a todo universalismo ilustrado y regresar a una geografía política fragmentada, donde pequeños reinos o fueros se organicen como empresas, con soberanos que no se eligen ni se justifican, sino que se heredan. Un feudalismo postmoderno, donde cada comunidad compite como si de un producto se tratase, y donde la sangre sustituye al mérito como legitimidad última. Rousseau lo llamaría esclavitud consentida; otros, simplemente, realismo.
La disyuntiva entre ambos modelos se resume, pues, en una decisión de horizonte: avanzar hacia un futuro de gobernanza inteligente y ligera (aunque hipercompleja y tendiente a errores sistémicos), o retroceder hacia un pasado donde el poder se justifica por linaje (pero simplificada y carente de errores sistémicos).
Y, finalmente, deberíamos fijarnos más en los piratas. En los que navegaban antes por los océanos y los que lo hicieron más tarde en los entornos 2.0.
De todo esto y otras tantas cosas vinculadas con la filosofía política se habla en Sapienciología. Volumen 2: Pirate Politics.
Un volumen que da continuidad, tanto intelectual como estéticamente (y también en su afán de levantar ampollas), a Sapienciología. Volumen 1: Octopus Wisdom.
Este tratado sucinto de filosofía política no es un manual de ingeniería institucional, ni un catecismo para refundar utopías desde las cenizas. Tampoco se presenta como un compendio de soluciones definitivas ni como recetario de fórmulas imperecederas. Se ofrece, más bien, como una constelación de ideas —a ratos armónicas, a ratos en fricción o franca disonancia— unidas por un anhelo común: repensar, con rigor y con humildad, las condiciones bajo las cuales podría surgir una convivencia más afinada a nuestra naturaleza humana, imperfecta pero perfectible.
Lejos de trazar un plano arquitectónico para el porvenir, este volumen se asemeja a un campo de ruinas fértiles: fragmentos antiguos y escombros aún sin nombre, vestigios de civilizaciones pasadas y atisbos de posibilidades futuras. Desde ese terreno accidentado —donde tradición y ruptura dialogan— se ensaya una relectura del edificio político, económico y social que aún habitamos.
Este tratado invita, pues, a mirar la política no como un arte de lo posible, sino como una exigente gimnasia del pensamiento: un modo de enfrentarse al mundo sin rendirse a la ingenuidad ni entregarse al cinismo. Una meditación sobre el poder, la comunidad y la fragilidad de nuestras ficciones compartidas.
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