Viste bien para impresionar, viste mal para exactamente lo mismo
Nadie sabe nada, los valores son irracionales y solo nos podemos fiar precariamente de las pintas de alguien: quizá es un homeless o tal vez sea Diógenes.
Casi todas las discrepancias ideológicas con casi todo el mundo no residen tanto en lo que se quiere conseguir, sino en cómo conseguirlo.
El problema es casi nadie sabe casi nada a propósito de cómo conseguirlo ni de los efectos secundarios de hacerlo.
De modo que, también casi siempre, nos aferramos a los valores subyacentes, sin importar el camino ni lo conseguido. Si los valores son correctos, entonces todo bien.
El problema es que los valores son irracionales (AKA una mezcla inextricable de genes y ambiente salpimentado por ansia de estatus y necesidad de coordinación con tu grupo social).
Así que nuestros referentes no solo deben estar alineados con nuestros valores, sino también parecer que saben lo que quieren conseguir y saben cómo conseguirlo, sin pagar ningún coste a cambio.
Por eso, nos gustan las personas que hablan como nosotros, piensan como nosotros o adoptan un código indumentario que nosotros asociamos implícitamente a una mente ordenada, eficaz y responsable.
Por eso, también, a la gente se la cae la baba (AKA invierte mucho tiempo) escuchando a políticos. No importa que su discurso se parezca mucho a aquella escena de la película Weird Science: cuando tienen que otorgar inteligencia a la simulación de una chica por ordenador, se limitan a escanear una foto de Albert Einstein arrancada de una revista, mientras la voz del ordenador informa "escaneando cerebro".
Los protagonistas se lo tragan. El espectador (al menos los de los 80) se lo traga. Porque todo está envuelvo en efectos especiales, banda sonora y códigos indumentarios.
Afortunadamente (o no), las cosas ya no son tan sencillas.
Red sneaker effect
En cada vez más contextos, ya no se lleva lo de vestir correcto y elegante, al menos si quieres dar la impresión de que eres una profesional competente o con estatus elevado. Ni siquiera te van a mirar peor si entras con ropa deportiva a una tienda de lujo. O si eres Steve Jobs y estás presentando el nuevo iPhone.
De hecho, los estudiantes consideran más prestigiosos a aquellos profesores más descuidados en su atuendo.
Y todo esto se debe al efecto zapatillas rojas o red sneaker effect.
El efecto consiste en que las personas atribuyen un mayor estatus y una mayor competencia a los inconformistas, a los que no se pliegan a las normas, ni siquiera estéticas. La razón que subyace a eso no es que se considere que tales individuos son más originales o atrevidos, sino que son tan buenos que están dispuestos a pagar un alto precio social vistiendo así: no les importa lo que piense la gente porque no necesitan su aprobación.
Por esa razón, los asistentes de compras califican a las personas que usan ropa de gimnasio para ir a comprar en una botique de lujo como consumidores de mayor estatus.
El razonamiento subyacente es: si este tipo viste de esta forma tan rudimentaria pero está aquí caben dos posibilidades: que sea un don nadie que no sabe dónde se ha metido o, más probablemente, que sea una persona tan tremendamente rica y poderosa que no necesita ni siquiera echar mano de los signos de estatus tradicionales (los más aparentes, los asociaciados con los códigos indumentarios) para afirmarse como tal.
Es lo que también sugiere un estudio de la Harvard Business School liderado por Silvia Bellezza.
Estar peinado despeinado
Todo esto ni significa que las personas se hayan vuelto menos superficiales, más analíticas o menos dependientes de la aprobación ajena o las modas. Significa que seguimos siendo iguales, pero que necesitamos cambiar para que nada cambie.
Porque si nadie sabe nada, al menos podemos saber cómo debemos despeinarnos para parecer peinados, sin parecerlo, pero pareciéndolo.
Esta carrera armamentística responde a profundos cambios en el contexto.
Antiguamente, las leyes eran las que regulaban que los individuos pudieran llevar determinadas ropas que describieran su estatus social (en la Inglaterra renacentista, solo la nobleza estaba autorizada para vestir determinados tipos de tela). Ahora todo el mundo puede vestir como quiera, pero eso significa que nuestro modo de vestir es una forma de comunicación sobre lo que somos o sobre lo que queremos parecer.
Esto se traduce en el consumo conspicuo, esto es, nos compramos un coche caro o vestimos marcas exclusivas para señalar: si he podido invertir tanto en algo como esto que en realidad no es más cómodo o de mucha más calidad en relación a su precio prohibitivo, es que dispongo de tantos recursos que me puedo dar el lujo de despilfarrarlos.
El consumo conspicuo, pues, es una suerte de farol. Si te descubre, estás fastidiado. Mientras no lo hagan, parece que eres mejor de lo que eres. Claro que si hay mucha gente que empieza a consumir conspicuamente, entonces debes consumir... más o diferente. Eso, a su vez, se traduce en una escalada armamentística.
En el fondo, todas las modas funcionan de un modo similar. Un grupo de personas decide escoger un código indumentario o de cualquier otra índole para destacarse del resto. Si tales personas resultan atractivas para otras, estas acabarán copiando el modelo para quedarse con parte de su molancia.
Finalmente, el resto de gente, la que tarda más en enterarse de lo que está in, o sencillamente pertenece a otro grupo social, adquirirá o readaptará estos patrones. Al final, habrá tanta gente siendo igual, que el efecto inicial de descolgarse de la masa se devaluará. El red sneaker effect, sin embargo, es un atajo: los que deverdad ostentan estatus se pueden permitir vestir como vagabundos, y eso, además, fortalece su propio estatus.
Y, como añadido, naturalmente, también está la mayor personalidad, solidez psíquica y seguridad en uno mismo que transmite vestir como a uno le da la gana. Invertimos mucho tiempo, energía y dinero en tratar de encajar, ser como todos los demás y vestirnos del modo en que nos vestimos, tanto en nuestra vida profesional como social. Resulta que si te pones lo que te hace sentir cómodo, en lugar de pasar por todo este esfuerzo y gasto, entonces estás precisamente por encima de todos.
O tal vez no. Después de todo, nadie sabe nada, los valores son irracionales y solo nos podemos fiar precariamente de las pintas de alguien: quizá es un homeless o tal vez sea Diógenes de Sinope.
Superinteresante. Diría que el mundo está fatal, en razón de algunas vestimentas que se ven ya por mi barrio y que antes pertenecían al centro de la ciudad. Pero sé que el mundo está mejor y que el hecho de vestir como quieras es señal de eso. Además, no conocía la palabra "molancia", me la apunto.