Todos queremos estatus social, pero los caminos para obtenerlo son distintos en función de tu sexo
O cómo la divisa más valiosa del mundo no puede dejarse totalmente al azar memético o al arbitrio cultural de los ingenieros sociales
El estatus social es una característica fundamental de una especie tan altamente social como la nuestra. Probablemente sea la divisa más valiosa en un grupo de personas que dependen unos de otros. Más que el pan. Más que el oro. Más que la propia vida.
No en vano, los recursos más relevantes asociados a la reproducción y perpetuación de la especie, incluidos los alimentos, el territorio, las oportunidades de apareamiento, las alianzas y la atención médica proporcionada por el grupo se dirigen hacia aquellos de alto estatus. Pero los que tienen poco estatus se quedan con la peor parte de todo eso.
Por ello no resulta tan extraño que un reciente estudio sugiera que, en determinados países, la gente censura más la información que retrata desfavorablemente a grupos de bajo estatus (mujeres, negros, musulmanes) que idéntica información que retrata desfavorablemente a grupos de alto estatus (hombres, blancos, cristianos). Porque el estatus puede ser el peor lastre, la kriptonita social, pero también una suerte de superpoder, la pluma de Dumbo.
Sin embargo, a pesar de su importancia para la vida social del grupo, la comprensión científica del estatus social adolece de un gran vacío en el conocimiento científico. Apenas se conocen los criterios precisos por los cuales se otorga a los individuos un estatus alto o bajo a los ojos de los miembros de su grupo.
Se ignora si existen criterios de estatus universales, o si el grado en que los criterios para adjudicar el estatus varían entre culturas. También se desconoce si los criterios de estatus están diferenciados por sexo y el grado de variabilidad transcultural y consistencia de tales criterios.
Para paliar estas lagunas de ignorancia relativas al estatus social, un importante estudio del año 2020 investigó los criterios para otorgar o retirar estatus en 2.751 personas en catorce países diferentes (Brasil, China, Colombia, Eritrea, Estonia, Alemania, Guam, Japón, Corea, Polonia, Rumanía, Rusia, Estados Unidos y Zimbabue). Así pues, esta es la primera documentación sistemática de criterios de estatus potencialmente universales y diferenciados por sexo.
DIFERENCIAS PEQUEÑAS EN (CASI) TODO
La principal conclusión del estudio es que, en todas las culturas estudiadas, lo que mejora el estatus en un hombre también parece mejorar el estatus en una mujer. Como podéis ver en la siguiente tabla, básicamente estos factores están asociados al comportamiento prosocial. Por el contrario, todos los factores asociados al comportamiento antisocial producen una disminución del estatus.
Sin embargo, lo verdaderamente interesante en lo tocante a las comparaciones del estatus entre los dos sexos son las pequeñas diferencias:
Tener una pareja más joven se asoció con un estatus masculino más alto, mientras que tener una pareja más joven se asoció con un estatus más bajo para las mujeres. (La juventud está más biológicamente vinculada a la fertilidad en ellas)
Tener una pareja de mayor estatus aumenta el estatus de la mujer. El estatus de la mujer se daña más si tiene una mala pareja. (Ellas deben ser más selectivas escogiendo pareja)
Ser virgen rebaja el estatus masculino, pero es beneficioso para el estatus femenino. (Ellas deben ser más sexualmente selectivas)
El sexo antes del matrimonio rebaja el estatus de la mujer, pero no tiene ningún efecto en los hombres. (Ellas deben cuidar más su reputación sexual)
El uso de drogas daña el estatus de los hombres, pero menos que el de las mujeres. Ser capaz de beber más alcohol produce una ligera mejora del estatus para los hombres, pero perjudica el estatus de las mujeres. (Ellos deben parecer más audaces y fuertes para señalizar sus buenos genes, aunque la señalización sea gravosa, tal y como ocurre con la cola del pavo real)
Llorar frente a tus amigos daña más el estatus masculino (Ellos deben mostrar más osadía, atrevimiento, intrepidez, temeridad, valor, valentía, arrojo y coraje, así como menos debilidad).
No tomar represalias ante los insultos rebaja el estatus masculino (Ellos están más influidos por la cultura del honor)
Naturalmente, tal y como advierten los propios autores del estudio, no se está negando que la cultura pueda amplificar o rebajar la magnitud de estas diferencias sexuales.
No obstante, postular que estas diferencias sexuales pueden hundir sus raíces en la selección natural, podría explicar el hecho de que tales diferencias parezcan ser culturalmente universales. Lo cual, a su vez, quizá es una buena noticia. Al fin y al cabo, una divisa tan valiosa y relevante a la hora de mantener la cohesión de grandes grupos de individuos no puede dejarse totalmente al azar memético o al arbitrio cultural de los ingenieros sociales.
Acabas de explicar con un estudio varias razones feministas