Progreso y progresismo no son lo mismo. Ciencia e ideología, tampoco
Vaya por delante mi cariño y admiración hacia Clara Grima. Sin embargo, nadie es perfecto. Todos podemos tener un mal día. Y, habida cuenta del formato y las hechuras de Twitter, uno también puede escribir descuidadamente.
Sin contar que todos nosotros, también el que escribe aquí, puede estar sesgado: no en vano, la ideología política puede contaminar el razonamiento lógico hasta el punto de nos incapacita para realizar operaciones lógicas muy claras y evidentes incluso para un escolar.
Dicho lo cual, al lío. E este tuit de Clara hay varias cosas que están mal.
Primero
Si hay más científicos de izquierdas es porque se autodeclaran como tal. Pero ¿cómo sabemos que son sinceros? En muchos contextos, como algunas carreras universitarias, declarar abiertamente ser de derechas está considerado anatema. No importa si eres científico o no.
La economista Amy Liu y sus colegas realizaron un estudio con alumnos de 148 universidades y escuelas superiores (grandes y pequeñas, públicas y privadas, religiosas y laicas), encontrando que el número de estudiantes que al terminar sus estudios se consideraron progresistas o de extrema izquierda en política aumentó en un 32 % respecto del número de los que se consideraron como tales al iniciar sus estudios. Y que el número de los que se consideraron conservadores o de extrema derecha decreció en un 28 %.
Naturalmente, uno podría pensar que la universidad te vuelve progresista porque la universidad te hace más culto y te permite comprender mejor la naturaleza de la sociedad (un pensamiento que abrazarás con mayor facilidad si eres de izquierdas, por supuesto). Sin embargo, tal y como advierte Richard Nisbett en Mindware, este giro a la izquierda de los estudiantes es, en buena parte, resultado de la influencia social de los propios estudiantes y los profesores. Incluso los profesores se influyen unos a otros.
Las razones de que exista esta influencia son multifactoriales, pero se refuerzan continuamente debido a la censura.
La derecha, en ese sentido, ha hecho mucho por adoctrinar: intentos de que se enseñe el creacionismo o el diseño inteligente al mismo nivel que la teoría de la evolución (afortunadamente gracias a ello nació la religión pastafari) o múltiples organizaciones religiosas que se oponen a las charlas relacionadas con el aborto o los métodos anticonceptivos. La izquierda, sin embargo, no le va a la zaga, y ahora está tomando la delantera. La organización FIRE lleva un registro de los intentos de retirada de invitaciones que empieza en el año 2000. Desde el año 2000 hasta el 2009, estos intentos de retirada de oradores solían surgir tanto de la izquierda como de la derecha. Pero a partir de 2009, y sobre todo a partir de 2013, la tendencia se ha inclinado hacia la izquierda.
Por otro lado, científicos de derechas y de izquierdas están sesgados por motivos diferentes, por eso los necesitamos a ambos. Podríamos resumir así ambas posturas: con la mano izquierda soltamos cuerda y con la derecha, frenamos. Si soltamos demasiado, caemos. Si frenamos demasiado, nada cambia. Por esa razón, ambas adolecen de sus propios problemas. Y ambas, de hecho, atacan a la ciencia por igual, aunque por motivos distintos.
Segundo
Incluso si son sinceras, las personas que se autodeclaran de izquierdas pueden comportarse, y de hecho a menudo lo hacen, como personas de derechas. Porque, además de la ideología, nuestra moral está guiada por múltiples causas, algunas de ellas contextuales.
Por esa razón respondemos de diversa forma al dilema del tranvía en función de los cambios contextuales que apliquemos. Incluso los fármacos pueden alterar la balanza: si tomamos un antidepresivo serotoninérgico durante varias semanas, como el citalopram, nuestro estado de ánimo cambia hasta el punto de que nos podemos volver más conservadores, porque la serotonina es un neurotransmisor del aquí y ahora: por ejemplo, te acabas centrando menos en el concepto abstracto de justicia y más en proteger a las personas de posibles daños.
Tercero
Si admitimos que la mitad del electorado de un país vota a formaciones de la derecha (lo cual, de nuevo, no significa necesariamente que sean de derechas), en el tuit se está afirmando implícitamente que esa mitad es moralmente inferior o que, al menos, tiene una menor sensibilidad hacia las injusticias sociales. En realidad, no es así: hay facetas morales que son más importantes para las personas de derechas, y facetas más importantes para las personas de izquierdas. Todas esas facetas son relevantes a la hora de mejorar la vida de la humanidad.
Algunos han tratado de categorizar modularmente estos conjuntos de facetas, como los psicólogos Jonathan Haidt y Craig Joseph, basándose en los trabajos realizados por el antropólogo cultural Richard Shweder. En la llamada “teoría de los fundamentos morales”, habría seis fundamentos morales: el cuidado, la justicia, la libertad, la lealtad, la autoridad y la pureza. Irónicamente, los liberales ponen su énfasis en solo tres fundamentos morales (el cuidado, la justicia y la libertad) mientras que los conservadores enfatizan de la misma forma los seis. Naturalmente, si las personas de derechas son capaces de captar muchos más matices en las situaciones morales que las personas de izquierdas no significa que sean superiores a nivel moral. Pero tampoco inferiores.
Cuarto
Todos los trabajos persiguen, de un modo u otro, mejorar la vida de la humanidad. Desde el trabajo de barrendero hasta el de matemático. Por supuesto, que un trabajo esté diseñado para hacer del mundo un lugar mejor no significa necesariamente que quienes desempeñan ese trabajo lo hagan conscientemente para hacer del mundo un lugar mejor. Incluso dentro de cada trabajo hay personas que hacen más por el bien del mundo por su forma de trabajar, su carácter o sus aspiraciones que por el trabajo desempeñado per se. ¿Acaso un abnegada enfermera o un diligente camarero no hace más por el bien de la humanidad que un matemático perezoso?
Las personas trabajan por diversos motivos: dinero, estatus, pasatiempo, pasión… Y los científicos, oh, sorpresa, son personas como el resto. Por ello, el debate sobre cómo deberíamos juzgar la respuesta de la comunidad de físicos alemanes al gobierno nazi sigue activo. Los científicos no son seres luz. Ni ningún colectivo. Dentro de cada trabajo hay toda clase de personas.
De hecho, la propia ciencia existe como un conjunto de procedimientos muy estrictos no solo para evitar los errores de los científicos, sino también sus negligencias o sus intereses partidistas. A pesar de eso, en la profesión científica no parece que haya menos fraude o menos intentos de hacer lo que sea para prosperar individualmente.
Incluso la ciencia está formada por disciplinas, y no todas ellas concitan el mismo interés entre las personas más inclinadas hacia la derecha o más inclinadas hacia la izquierda. Por ejemplo, en lo tocante a la compra de libros de ciencia, los lectores liberales escogen más a menudo libros sobre disciplinas de ciencias básicas, como la antropología, mientras que los compradores de libros conservadores tienden a los libros de ciencias aplicadas, como la medicina (¿la medicina está menos interesada en mejorar la vida de la gente respecto a la antropología?).
Algunas disciplinas parecen atraer interés relativamente igual de ambos lados del espectro político, a saber, medicina veterinaria, arqueología y paleontología. Los campos científicos que parecían más polarizados entre los compradores de libros de tendencia liberal y conservadora pueden no ser sorprendentes: climatología, ciencias ambientales, ciencias sociales y economía, entre otros.
¿Cómo vas a hacer del mundo un lugar mejor?
Un mundo feliz, de Huxley, y 1984, de Orwell, imaginan sociedades futuras donde la ciencia y la tecnología han progresado, pero cuyos mandatarios las aplicaban bajo su propia concepción del progreso social. Progreso y progresismo no son lo mismo. Ciencia e ideología, tampoco.
Ni siquiera es relevante que busques el bien de la humanidad. Tus intenciones, tus sueños o tus intereses son menos importantes que tus procedimientos. Lo problemático es cómo vas a lograrlo, no que quieras lograrlo. A menudo, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. En otras ocasiones, ocurrirá lo contrario, como ya señalaba Adam Smith: "No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses".
Por eso, y por todo lo demás, el tuit de Clara Grima está mal en muchos sentidos. Y lo está porque, a pesar de que es una gran profesora y divulgadora con amplios conocimientos en el campo de las matemáticas, está hablando de política. Y cuando se habla de política, hay innumerables sesgos que simplifican nuestras opiniones.
Por ejemplo, lo que opinas sobre el cambio climático, la violencia machista, el posmodernismo, el lenguaje inclusivo, el aborto y un largo etcétera. Muchos de estos sesgos están determinados por el nivel de tu educación, el nivel de tu renta, el barrio donde has nacido, tu etnia... pero, frente a todas esas influencias, hay una que sobresale: tu orientación política en el eje derecha/izquierda.
El problema de la polarización ideológica del eje derecha/izquierda es que cada vez es más acusado sobre las encuestas de la Pew Research Center iniciadas en 1994 y terminadas en 2017. La encuesta se realiza en todo Estados Unidos y se basa en el grado de acuerdo con una serie de diez afirmaciones sobre medidas políticas del tipo "La regulación gubernamental de las empresas suele causar más daño que beneficio". O: "Los inmigrantes son hoy una carga para nuestro país porque nos quitan el trabajo, las casas y los servicios médicos". O: "La mejor manera para asegurar la paz es mediante la fuerza militar".
Por esa razón, Clara Grima se atreve a afirmar que no solo ella hace el bien, sino que las medidas que toma para alcanzar ese bien son mejores. En todas las facetas. Conoce exactamente el camino, y el suyo es el correcto. Sin embargo, esto no es así. Esa soberbia mezclada con esa falta de empatía hacia la otra mitad de la población es sintomática de otra cosa. A pesar de que no conoce a todas las personas de derechas, las describe con una brocha gorda moral, poniendo de manifiesto una falta de comprensión sobre las motivaciones de los demás, porque la ideología la ciega y la empuja a adoptar una posición maniquea. Es algo que nos pasa a todos.
Pero que nos pase a todos, no significa que esté bien. El pensamiento dicotómico es poco propicio para convivir en comunidades grandes o globales. Porque esta clase de razonamiento simplificador es una forma de aislarse de las personas que piensan diferente, lo que nos empuja a cosificar al otro, al establecer una dinámica "Ellos-Nosotros". Nos encantan los juicios binarios, las proposiciones maniqueas, el todo o nada, tal y como señalaba el filósofo Julian Baggini en ¿Se creen que somos tontos?:
Preferimos “eso es cierto” o “eso es falso” a “la parte factual de esa afirmación es verdadera pero sus supuestas ventajas no son reales”. Sin embargo, por agradables y confortables que sean estos juicios, es bueno someterlos a escrutinio de vez en cuando.
Así, aunque todos podemos desbarrar por culpa de nuestra ideología y a veces olvidamos que no le podemos comprar todo el pescado a todo el mundo, es conveniente que hagamos lo posible por evitarlo. En ocasiones, debatiendo con serenidad. Otras veces, leyendo algún libro razonado sobre una postura contraria a la nuestra.
Sin embargo, una forma de acercarnos a estas dicotomías con la guardia más baja, por la vía de la emoción, son las ficciones: películas, series y novelas. Es la mejor forma, además, de empatizar con las personas que sostienen ideas que nos parecen abominables. Si os interesa una buena lista de obras de ficción para reflexionar cognitiva pero también emocionalmente sobre estas dicotomías, os dejo una que considero interesante:
El Show de Truman: Libertad VS Felicidad.
The Terror: Ética utilitarista VS Ética de la virtud.
Pleasantville: Orden VS Caos o Progresismo VS Conservadurismo.
La playa: Realismo VS Idealismo.
Náufrago: Amor eterno VS Amor responsable.
Las naves del tiempo: Conocimiento VS Ignorancia.
El mágico aprendiz: Ambición VS Estoicismo.
Dicho lo cual, y parafraseando la película de Netflix No mires arriba, quizá es tan peligroso no mirar arriba como no mirar abajo, o no mirar a derecha o izquierda: