Padres helicóptero: no lo puedes controlar todo
Cuando sobreestimamos el peligro y fetichizamos la seguridad
Concebir una nueva vida es casi un milagro. No solo por la complejidad y todos los elementos que entran en juego en el proceso, sino porque la probabilidad de que la nueva vida prospere ha sido siempre bastante baja durante toda la historia de la humanidad.
En términos informáticos, si trasladamos el acto sexual a simples datos, una descarga seminal por parte del hombre supone más de 30 000 TB (terabytes) de información codificada por ADN si su recuento de espermatozoides no es bajo. O lo que es lo mismo: 30 000 000 GB (gigabytes). O 30 000 000 000 MB (megabytes). Lo suficiente como para almacenar todas las películas de la historia del cine con una calidad de vídeo bastante decente.
Continuando con la analogía informática, esto significa que durante una relación sexual tradicional sin que medie profilaxis en la que la mujer se queda embarazada, el óvulo resiste este ataque DDoS a 1,5 terabytes por segundo, y solo deja pasar un paquete de datos, ¡siendo así el mejor firewall del mundo! La desventaja es que este único paquete de datos pequeño que deja pasar bloquea el sistema durante nueve meses.
El embarazo, pues, requiere de una transmisión de datos inimaginable, y todos sabemos lo que pasa cuando hay muchos datos implicados: la tasa de errores puede llegar a ser importante.
Aversión patológica al error
Una vez nace el niño, los errores y los problemas no desaparecen. Hasta hace bien poco, la mortalidad infantil era ciertamente elevada. Ahora, sin embargo, en los países desarrollados son los lugares más seguros de la historia de la humanidad. A pesar de todo, cualquier mínimo riesgo es percibido como intolerable. Así es como empezaron a nacer los padres hipocondríacos.
Los "padres helicóptero" tienen la necesidad de tutelar (sobrevolar) de forma permanente las elecciones y el camino educativo y pedagógico de sus hijos. Cada vez hay más. Son padres que tienen pocos hijos, pero que también pasan más tiempo con ellos.
Paradójicamente, en su afán por controlarlo todo para que todo salga lo mejor posible, este tipo de crianza desencadena innumerables efectos negativos, como los crecientes niveles de ansiedad y presión que sufren los hijos o cansancio que manifiestan los padres. No digamos ya el aumento de alergias
Un dato: en 1971, alrededor del 80 % de los niños de 7 a 8 años en el Reino Unido acudían al colegio sin ser acompañados por un adulto. Para 2006, el porcentaje se redujo al 12 %. Los niños dejaron de ir andando o en bicicleta, así que los padres los llevaban en coche (casi la mitad de los niños en primaria). Reduciendo el riesgo de ser atropellado o de sufrir una caída accidental, pues, se aumentó el riesgo de accidente de tráfico.
Otro dato: los padres suelen albergar temor hacia extraños que puedan asesinar a sus hijos, pero es más probable que ese niño sea víctima de los propios padres o de algún familiar o allegado.
La paradoja de la sobreprotección
En su afán por controlarlo todo, cada vez aparecen nuevos factores inesperados. Mayor descontrol. Acaso como lo que sucede con la vitamina C: una vez que ingieres la dosis adecuada, ingerir más cantidad no ofrece ventajas para la salud, e incluso puede resultar tóxica.
Los padres helicóptero han convertido a los niños en la generación más sobreprotegida de la historia. Pero no necesariamente en la más feliz. Ni siquiera la más protegida, a efectos prácticos. Como sugiere Tim Grill en su libro No Fear: Growing Up in a Risk-Averse Society, esta aversión al riesgo supone pagar otros tributos, ya sea en forma de nuevos riesgos o en forma de falta de libertad, mayor sedentarismo, y toda una constelación de factores interconectados.
Por esa razón, estamos también en la generación donde más están aumentando las alergias a los cacahuetes, precisamente porque padres y profesores empezaron a protegerles del contacto con estos en la década de 1990.
El aumento de alergias no es un tema baladí porque nos dice mucho del grado de sobreprotección al que se someten los niños. Según explica Nassim Nicholas Taleb en Antifrágil, muchos de los sistemas importantes de nuestra vida (económicos, políticos, psicológicos, etc.) se parecen al sistema inmune: necesitan de estresores y desafíos para adaptarse, aprender y crecer:
Del mismo modo que pasarse un mes en la cama provoca atrofia muscular, los sistemas complejos se debilitan y hasta “mueren” si se ven privados de estresores […] Ésta es la tragedia de la modernidad: al igual que los padres tan sobreprotectores que rozan la neurosis, quienes más nos intentan ayudar son los que más nos acaban perjudicando.
Menos (a veces) es más
Si todo se percibe como un riesgo intolerable, entonces la misma sobreprotección, paradójicamente, es un riesgo más. A veces mucho peor que la falta de protección, como sabrán quienes hayan visto la película Canino (Yorgos Lanthimos, 2009).
Eso no significa que debamos entregar un juego de cuchillos Ginsu 2000 a nuestros bebés. Pero quizá sí que es conveniente reflexionar sobre si es saludable que les abstengamos de someterse a cualquier riesgo. O como resume Jonathan Haidt en La transformación de la mente moderna:
Todos debemos tomar precauciones razonables para proteger la seguridad física de nuestros hijos –por ejemplo, teniendo un extintor de incendios-, pero no deberíamos someterlos a la atracción de la ultraseguridad (sobreestimar el peligro, fetichizar la seguridad y no aceptar ningún riesgo), lo que priva a los críos de lagunas de las experiencias más valiosas de la infancia.
Incluso les puede privar de algo tan aparentemente naïf como disfrutar de la vida. Pasarlo bien. Algo que resulta particularmente preocupante para los niños cuyos padres están obsesionados con las pantallas. Hasta el punto de que podemos afirmar, como lo hago en el siguiente vídeo, que los padres que demonizan las pantallas digitales son peores que las pantallas digitales:
Gracias por el artículo y compartir tus pensamientos al respecto de este tema tan actual, Sergio.
Quería preguntarte si, en tu investigación al respecto, habías encontrado algo relacionado a cómo la psicología evolutiva puede explicar este fenómeno.
Saludos!