No pensamos igual (afortunadamente)
Debe existir debate, comunicación y hasta confrontación y división.
A mediados del siglo XX, el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty quiso ilustrar el concepto de participación activa en la percepción a través de la metáfora de un teclado dinámico, uno que se ajustaba y presentaba distintas teclas al compás uniforme de un "martillo externo".
En esta analogía, el mundo representaba el martillo, mientras que la rica diversidad de la experiencia humana se simbolizaba en las variadas teclas que se ofrecían a dicho martillo. Así, el mundo tal como lo experimentamos, se asemejaba al texto que surge de teclear: un mensaje que revela tanto sobre la mecánica del teclado en sí como sobre cualquier otro aspecto.
Selección dirigida
El concepto de procesamiento predictivo arroja luz sobre estas metáforas, porque la manera más elemental en que construimos activamente nuestra realidad se basa en la selección dirigida. Adaptamos nuestros movimientos y focalizamos nuestra atención de acuerdo con nuestras expectativas, lo que resulta en que diferentes seres, ya sean animales o humanos, recopilen distintos estímulos de un mismo entorno.
Sin embargo, en este acto de selección, nuestros cerebros imponen una segunda capa de estructura, interpretando la información sensorial de forma que tanto la realza como la atenúa, creando un entramado de significados que, a su vez, espejea nuestras experiencias anteriores. Por lo tanto, el "teclado predictivo" no es solo un mecanismo de selección activa, sino también un procesador activo de aquello que se elige.
Diversidad proteica
Por esa razón, aunque estemos frente a dos gemelos univitelinos criados en un mismo entorno, es imposible que dos personas piensen exactamente lo mismo sobre todos los asuntos.
En primer lugar, por una cuestión neurobiológica y cultural. También por una cuestión de tiempo: el dedicado a segmentos de información distintos. Esos segmentos le han parecido más relevantes o ha insistido más en ellos. Así, dos personas pueden estar de acuerdo con atacar a las pseudociencias, pero uno puede que lo haga de forma más intolerante y contumaz que otra.
Hay una diversidad inevitable, proteica.
Y eso es bueno, habida cuenta de que no somos seres omniscientes y no sabemos lo que es correcto o no. Ni qué les conviene a todos. Por eso debe existir debate, comunicación y hasta confrontación. Y división.
Lo contrario es la destrucción de la verdad. La fosilización de la mentira.
Por supuesto, de esto no se desprende necesariamente que debamos pensar diferente en todo. De hecho, los seres humanos pensamos de forma idéntica sobre la mayoría de las cosas del mundo. Básicamente porque el mundo es como es, lo que nos obliga a tener una visión compartida de la realidad.
Es una realidad tangible que las formas incongruentes, como las clavijas cuadradas, no se ajustan en espacios destinados para formas distintas, como los agujeros redondos. Este principio elemental nos obliga a afinar y ajustar nuestras hipótesis iniciales sobre cómo funcionan las cosas hasta que encuentren un encaje práctico con la realidad. En este proceso de ajuste, algunas de nuestras percepciones se optimizan hasta convertirse en atajos cognitivos que nos permiten captar la esencia de lo que observamos de manera casi instantánea.
Además, existen numerosos rasgos universales que definen el cuerpo humano, el cerebro y el sistema nervioso, estableciendo un terreno común que ancla nuestras experiencias en una realidad compartida. Esta infraestructura biológica, incluyendo la configuración general de nuestro cerebro, juega un papel crucial a la hora de armonizar nuestras percepciones individuales en un entendimiento colectivo.
Creencias sociales
Así, la experiencia humana se configura como una compleja interacción entre estas restricciones estructurales fundamentales y las influencias más maleables y dirigidas que provienen de nuestras interpretaciones y expectativas. Estas últimas, aunque flexibles, están fuertemente influenciadas por nuestras interacciones y el contexto social en el que nos desenvolvemos.
Dado que somos seres inherentemente sociales y comunicativos, existe un impulso intrínseco hacia la sincronización de nuestros modelos mentales y expectativas individuales. Este esfuerzo coordinado no solo es esencial para la supervivencia individual y colectiva, sino que facilita aspectos fundamentales de la convivencia humana como la conversación, el comercio y el intercambio cultural.
En resumen, nuestra comprensión del mundo y nuestra interacción con él se ven profundamente influenciadas tanto por las limitaciones físicas y biológicas intrínsecas como por las dinámicas sociales y culturales en constante evolución.
Por esa razón, cuando hay personas que piensan diferente a nosotros, como excepciones a la realidad compartida, debemos congratularnos por ello. No son guijarros que se cuelan en nuestros zapatos. No son un pronóstico de tormenta. Son, en todo caso, una vía de escape a nuestra tendencia al gregarismo y a considerar anatema las ideas del otro grupo. Son aire fresco en una habitación que huele a cerrado.
Grandiosa labora de @sapienciologia
Cada tema que he comenzado a seguir me ha resultado revelador y a veces hasta práctico conocimiento diario.
Y hablando de martillos, propongo clavar una nota con este artículo en la frente de muchos individuos. Para que lo recuerden mejor.
Muchas buenas ideas. Gracias.