No nos manipulan: manipulamos a los manipuladores para que nos manipulen
Espejos de espejos de espejos. Todos reflejados en todos.
Hasta la década de los 60, cuando surgió en España la ‘Revolución creativa’, época en la que se produjo el boom de los eslóganes con gancho, un spot publicitario era básicamente una exposición notarial e informativa del producto mercable.
Pero, incluso así, los eslóganes que vinieron más tarde estaban básicamente construidos con ripios de aire naïf acompañados de melodías machaconas.
Sin embargo, la publicidad es un reflejo de la sociedad de la época. También lo es el cine. Incluso la política. Por ello, el declive de la retórica política se produce porque cada vez hay más democracia, no menos. En la década de 1850, la mayoría de los discursos presidenciales fueron leídos con una retórica de nivel universitario si se juzgan por la prueba de legibilidad de Flesch-Kincaid. No obstante, desde la década de 1940, los discursos presidenciales han estado más al nivel de cualquier estudiante de sexto curso. Ahora tenemos a Feijoo y Sánchez, que ya rozan la oligofrenia salpimentada por la tautología, el pleonasmo y la demagogia. Pura lengua de madera.
Así que, de alguna manera, la publicidad, el cine, la televisión, la política, incluso los movimientos sociales y las agendas globales están cautivas. Y la mayoría, los normies, son sus captores.
Todas esas manifestaciones en la que subyace la sibilina persuasión y la clamorosa manipulación, en puridad, se adaptan a nuestras virtudes y defectos, a nuestras necesidades, a nuestros sueños, a nuestros deseos. Todas ellas, en aras de congraciarse con nosotros, se dejan manipular por nosotros. Como un enamorado que recita poemas y rasga el laúd bajo el balcón de su amada.
MÁS INTELIGENTES PERO MENOS INTELIGENTES
Todo es más inteligente cuando más inteligente seamos nosotros. Todo adquiere un barniz más sofisticado, un discurso más alambicado o una seducción más taimada en función de la actividad raquídea reinante.
Y la inteligencia no ha dejado de aumentar en términos generales.
El efecto Flynn es la subida continua, año por año, de las puntuaciones de cociente intelectual. Una serie de investigaciones del Reino Unido desde 1938 hasta 2008 estimó la tasa de crecimiento en torno a 2 o 3 puntos de CI por década.
A pesar de que existan objeciones al CI, psicólogos, sociólogos y otros expertos en psicometría ya no cuestionan que el efecto Flynn es real. Las razones sobre estos cambios tan espectaculares no son claras. Por ejemplo, podría ser que cada vez estuviéramos más habituados a los tests de inteligencia (y no digamos ahora, cuando incluso existen videojuegos que plantean este tipo de problemas como pasatiempo). Tampoco es probable que el efecto Flynn sea consecuencia de una mejor alimentación porque el aumento de inteligencia no ha avanzado paralelo al aumento de estatura. Parece que el entorno, en términos generales, es lo que hace aumentar nuestra inteligencia. Nuestra dieta mediática, quizá nuestra diete memética en términos generales.
El problema es que esta tendencia ya no se está produciendo en algunos países. Básicamente, la inteligencia está aumentando en los países menos desarrollados, pero se ha estancado o está disminuyendo en los países más prósperos, tal y como sugiere un nuevo estudio. Los autores del estudio también predicen que esta nueva tendencia, si se sostiene en el tiempo, va a reducir las brechas cognitivas entre los diferentes países del mundo. Así pues, a medida que se produce una convergencia económica, se producirá otra convergencia cognitiva.
Pero ¿por qué los países más prósperos se han estancado? Tal vez haya un límite al crecimiento cognitivo habida cuenta de la dieta memética reinante. Quizá nuestra capacidad a la hora de mantener la atención sostenida se ha reducido y nos estamos volviendo más superficiales, tal y como sostiene Nicholas Carr. Tal vez los medios y los políticos están intentando competir en esta enloquecida carrera armamentística del virtuosismo moral que es el postureo woke. A lo mejor, también son ellos, los manipuladores, los que han logrado retroalimentar a la baja nuestra manipulación, buscando más nuestras diferencias, dividiéndonos, atomizándonos hasta el punto de que ya no buscamos la verdad, sino pensar lo contrario que piensa nuestro adversario, tal y como sugiere David Bernabé en La trampa de la diversidad.
LA SERPIENTE URÓBOROS
Sea como fuere, la relación entre nuestros manipuladores y nosotros, los presuntos manipulados, no es unilateral. Más bien parece bilateral. Sin contar que, después de que el público ha aceptado claramente una idea, los líderes, las élites y los medios de comunicación a menudo encontrarán más complacencia en servir la idea antes que en buscar cambiarla.
En términos más generales, esta tesis se complementa con estudios que encuentran que el 90% de los nuevos productos no se venden a pesar de las campañas de promoción masiva. Que la publicidad en campañas políticas tiene, en el mejor de los casos, solo un impacto marginal. Que los medios tienden a buscar historias no solo por su importancia intrínseca sino por su capacidad para generar clics. Que detrás del aparente adoctrinamiento o lobotomía que subyace al texto de muchos periódicos, solo hay búsqueda de rentabilidad económica, triunfar en la economía de la atención.
No todos los esfuerzos para vender miedo, amenazas o ideas en general encuentran una audiencia receptiva. Las personas son bombardeadas regularmente con ideas y, a medida que las clasifican, eligen cuáles abrazar y cuáles temer. Por ejemplo, los estadounidenses creen que el terrorismo es una amenaza, pero no le temen a los alimentos genéticamente modificados, y muchos permanecen sustancialmente indiferentes ante las advertencias sobre el calentamiento global, incluso frente a advertencias que a veces alcanzan proporciones apocalípticas.
Este ejemplo puede ayudar a explicar mejor esta dinámica: una hambruna en Etiopía a mediados de la década de 1980 inspiró una gran preocupación pública en Estados Unidos. A menudo se considera que este fenómeno ha sido generado por los medios de comunicación porque tuvo lugar después de que la hambruna recibiera una cobertura mediática destacada, lo que claramente habría favorecido que entrara a formar parte de la conciencia pública.
Sin embargo, un estudio de Christopher Bosso sugiere una interpretación diferente. Al principio, los medios de comunicación se mostraban reacios a cubrir la hambruna porque consideraban que esta historia era, como otras hambrunas africanas, un evento común. Sin embargo, yendo en contra del consenso periodístico, NBC decidió realizar la cobertura de tres días sobre la hambruna en octubre de 1984. Esto inspiró una gran respuesta pública, tras lo cual, NBC le dio a la historia una amplia cobertura de seguimiento, y sus competidores televisivos e impresos se apresuraron entonces a subirse al carro, inundando a sus clientes con información que, para sorpresa de los medios, estaba realmente demandándose.
Así que no parece que nadie esté al volante. Al menos, no la mayoría del tiempo. Más bien estamos en un juego de pez que se muerde la cola en el que somos incapaces de localizar el origen. No se sabe quién le pone el cascabel al gato. Porque es de la propia interacción de miles de factores de la que aflora la tendencia ideológica de tendencia epidemiológica.
Esta experiencia sugiere que el público puede ser notablemente caprichoso acerca de los eventos y la información por la que elige ser conmovido. Algunas ofertas se vuelven destacadas o incluso se vuelven virales, mientras que otras no despiertan interés. La gente puede aceptar las señales de quienes buscan "manipularlos", como funcionarios públicos, líderes de partidos, élites de opinión, medios de comunicación y publicistas. Pueden dejarse afectar por influencias o identidades sociales y grupales. Pueden responder a los hechos. Pueden aplicar heurísticas o actitudes preexistentes. O simplemente pueden sucumbir al capricho por el capricho.
Pero la predicción de lo que va a pasar es incierta, y la cuestión de qué "hace" que una opinión cristalice o incluso se vuelva viral en un tema tremendamente espinoso.
Y, en mitad de todo eso, una miríada de factores que ni siquiera sabemos identificar aún nos hicieron más inteligentes y ahora nos están volviendo más estúpidos. A la vez que vuelve más inteligentes a los habitantes de países que estaban rezagados en virtud del Efecto Flynn.
Espejos de espejos de espejos. Todos reflejados en todos: