Libros que me inspiran: 'Outraged', de Kurt Gray
Todos nos basamos en el lenguaje moral común del daño, pero las diferentes actitudes hacia la verdad hacen que no nos entendamos.
Tanto la izquierda como la derecha comparten una creencia fundamental en los derechos humanos y en la importancia de la libertad, pero sus enfoques sobre cómo lograr una sociedad justa divergen significativamente.
Por un lado, la izquierda tiende a ver la sociedad como un entramado de desigualdades estructurales, donde ciertos grupos son mucho más propensos a sufrir daños debido a su identidad o pertenencia a colectivos específicos, como su raza, religión, género o sexualidad. Para ellos, proteger a estas personas especialmente vulnerables requiere cambios profundos en el statu quo, incluso si eso implica limitar o redistribuir el poder y los privilegios de las élites, a quienes perciben como menos susceptibles de sufrir daños.
Por otro lado, la derecha suele concebir la sociedad como un acuerdo entre individuos libres, donde cada persona es responsable de su propio destino. Desde esta perspectiva, los logros y fracasos se explican principalmente por las decisiones individuales, y se considera que todos, independientemente de su origen socioeconómico, son igualmente capaces de causar daño o de ser dañados. La igualdad, para ellos, reside más en las oportunidades individuales que en la corrección de las desigualdades grupales.
Todos nos basamos en el lenguaje moral común del daño, pero las diferentes actitudes hacia la verdad hacen que no nos entendamos. Por esa razón, puede resultar difícil hablar de moralidad con personas que parecen confundir a los villanos absolutamente malvados con víctimas que sufren de forma evidente. Y viceversa.
Con estos mimbres, Outraged trata no solo de entender nuestras posturas, sino también plantear posibles formas colaborar. Su autor, Kurt Gray demuestra que la gente de izquierdas y de derechas comparten la misma mentalidad moral: los juicios morales de todos surgen de la sensación de amenaza o vulnerabilidad al daño. Basándose en una investigación original, ofrece una nueva explicación de la indignación moral y explora cómo superar las divisiones.
En suma, lo que Gray sostiene es que:
Las divisiones morales surgen porque los liberales y los conservadores tienen diferentes supuestos de vulnerabilidad. No están de acuerdo sobre quién es especialmente vulnerable al maltrato y la victimización.
Las suposiciones sobre la vulnerabilidad varían ampliamente porque no podemos conocer verdaderamente los sentimientos de los demás, solo los percibimos externamente. Esta subjetividad explica por qué los fanáticos del deporte pueden estar en desacuerdo sobre si un jugador «lesionado» está sufriendo genuinamente o fingiendo.
Gran parte del desacuerdo político se debe a que liberales y conservadores tienen diferentes suposiciones sobre la vulnerabilidad de cuatro entidades: el medio ambiente (por ejemplo, el planeta Tierra), lo divino (por ejemplo, Dios), los poderosos (por ejemplo, los policías estatales) y los otros (como los inmigrantes indocumentados). En comparación con los conservadores, los liberales tienden a ver el medio ambiente y los otros como más vulnerables a la victimización y a los poderosos y lo divino comomenos vulnerables.
En la política, hay un patrón general en los supuestos de vulnerabilidad: los liberales comprometidos amplifican las diferencias en materia de vulnerabilidad, dividiendo el mundo entre los muy vulnerables (los oprimidos) y los muy invulnerables (los opresores). Los conservadores comprometidos atenúan las diferencias en materia de vulnerabilidad, considerando que todas las personas son relativamente similares en su vulnerabilidad, creyendo que, sin importar sus identidades, todas las personas pueden ser víctimas y victimarios.
Las diferentes suposiciones de vulnerabilidad de liberales y conservadores ayudan a explicar muchos debates de guerra cultural modernos, incluidos los que se refieren a la raza y la policía, la acción afirmativa, los impuestos y el medio ambiente. Estas suposiciones de vulnerabilidad explican cómo puede surgir un desacuerdo moral incluso si estamos motivados a proteger a los vulnerables.
¿Podemos humanizar al epítome de la maldad? El encasillamiento moral
Nadie piensa nunca en el dolor de Adolf Hitler. Es justo: era un monstruo que hacía cosas monstruosas. Pero la gente olvida que el padre del joven Adolf abusaba físicamente de él y lo maltrató sin descanso durante toda su infancia. Durante al menos una parte de su vida, fue más una víctima que un villano, y, sin embargo, la gente se enfurece ante las representaciones de Hitler que lo muestran como un ser humano con capacidad de sufrir.
La película El hundimiento retrata la verdadera historia de los últimos días de Hitler en su búnker subterráneo mientras las fuerzas aliadas lo cercaban. Fue nominada al Oscar porque retrata con fuerza las vulnerabilidades, los miedos y las emociones de Hitler, lo que también explica por qué la película suscitó tanta indignación. La gente rechazaba la idea de que un dictador despiadado pudiera estar triste y asustado. Podemos reconocer explícitamente que Hitler, como ser humano, puede sufrir, pero su villanía hace que sea difícil verlo como una víctima.
En contraste con Hitler, pensemos en Cody Posey, un niño de Nuevo México. Cuando Cody tenía diez años, sus padres se peleaban en el tribunal de divorcio sobre quién obtendría la custodia. A medida que el proceso se prolongaba, su padre se volvió abusivo y desquitaba su ira con Cody reprendiéndolo y golpeándolo.
Afortunadamente, la madre de Cody finalmente obtuvo la custodia, y Cody pudo evitar todo contacto con su padre. Unos meses después, la madre de Cody decidió que era hora de empezar de nuevo. Mientras se dirigían de Nuevo México al estado de Washington, Cody sintió alivio: era libre. Pero en la autopista, su camioneta chocó con otro vehículo, matando a la madre de Cody.
Las leyes de custodia de Nuevo México implicaban que Cody fuera devuelto a su cruel padre, que vivía con su nueva esposa y su hija en un rancho apartado. Cody sufría abusos constantes y era obligado a trabajar en el rancho, a menudo sin comida, agua ni descanso. Lo despertaban a diario con una picana eléctrica para ganado. Su padre lo golpeaba rutinariamente con látigos, palas, un gancho para heno, piedras y otras herramientas agrícolas. La madrastra de Cody también participaba en su abuso físico y mental, y su hermanastra, Marilea, era alentada a delatarle y recompensada cada vez que Cody cometía un error.
Una noche, su padre intentó obligar a Cody, de catorce años, a tener relaciones sexuales con su madrastra. Cuando Cody se negó, su padre lo marcó con un hierro al rojo vivo. Al día siguiente, desesperado, Cody tomó un revólver calibre 38 y mató a su padre, a su madrastra y a su hermanastra de trece años.
No hay duda de que Cody es un asesino, pero nuestra mente moral lo trata de manera diferente a Hitler. En lugar de verlo como un villano insensible, lo vemos como una víctima sufriente. Empatizamos con su sufrimiento, lo que hace que sea difícil verlo como moralmente responsable de matar a su padre y a su familia adoptiva.
La tendencia a ver a Cody solo como una víctima de daño explica por qué evitó en gran medida el castigo por los asesinatos. En 2010, solo seis años después de matar a toda su familia, Cody fue liberado de prisión.
Hitler y Cody son caricaturas extremas de villanos y víctimas. La mayoría de nosotros somos mucho menos malvados que Hitler y mucho menos victimizados que Cody; nuestro carácter moral es una mezcla de villanía moderada y victimismo moderado. Ocasionalmente dañamos a otros y ocasionalmente somos dañados por otros, lo que nos sitúa en algún lugar intermedio entre la victimización pura y la villanía pura.
Queremos pasar por alto las vidas complicadas de las personas y asignarles un papel moral unilateral como villanos o víctimas. Con la moralidad, encasillamos a las personas con la confianza de un director de Hollywood, caricaturizándolas como víctimas compasivas o como perpetradores viles.
El encasillamiento moral es la idea de que, de la misma manera que encasillamos a actores famosos en determinados papeles, encasillamos a personas en papeles morales específicos.
Un estudio descubrió que, sin importar de qué lado estés, tiendens a pensar que Hitler compartía las creencias de tus oponentes políticos. Estos investigadores pidieron a liberales y conservadores que indicaran dónde se situaba Hitler en una escala de ideología política que iba desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha.
Descubrieron que el 75 por ciento de los liberales clasificaban a Hitler como de derechas, y el 50 por ciento de los conservadores lo clasificaban como de izquierdas. Podemos debatir acerca de lo que Hitler realmente creía, pero la verdad es que ni la gente de izquierdas ni la de derechas son en realidad Hitler.
Desafortunadamente, es muy fácil para nuestras mentes morales deslizarse por una pendiente resbaladiza desde «crees algo equivocado» a «eres el arquitecto del genocidio». El encasillamiento moral significa que distintas personas viven en mundos morales diferentes, donde los villanos de una persona son las víctimas de otra.
Kurt Gray, destacado psicólogo social y galardonado investigador y docente, emplea métodos interdisciplinarios para explorar nuestras creencias más profundas y superar divisiones morales. Es profesor de Psicología y Neurociencia en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde dirige el Deepest Beliefs Lab y el Center for the Science of Moral Understanding. Además, es profesor adjunto de Comportamiento Organizacional en la Kenan-Flagler Business School de la misma universidad, donde imparte clases sobre ética organizacional y procesos de equipo
excelente, gran lectura.
Qué buena pinta! He leído la sinopsis y me ha encantado esto: "If you want to understand the morals of the “other side,” ask yourself a simple question—what harms do they see?"