"El propósito de un semáforo en rojo es puramente comunicativo: existe para que los conductores sepan que deben detenerse. Del mismo modo, creemos algunas cosas solo para comunicar hechos sobre nosotros mismos a los demás."
Eric Funkhouser
"Para actuar de modo inteligente, la inteligencia no basta".
Dostoievsky
A veces me siento muy identificado con Samuel Johnson. Porque era, sobre todo, contradictorio, como sostiene el biógrafo Jeffrey Meyers: “perezoso y enérgico, agresivo y tierno, melancólico y gracioso, sensato e irracional, confortado pero atormentado por la religión”.
En definitiva, a menudo me siento perdido. Otras veces, debo recoger cable. Otras, ni siquiera sé muy bien lo que estoy diciendo. También me veo embarcándome en singladuras intelectuales que me conducen a finisterres solitarios, pero muchas otras veces acabo refugiándome en hacendosos y monótonos hábitos para adormecer tales anhelos.
Y lo peor: en ocasiones siento que he alcanzado cierta sabiduría, cuando otras veces sencillamente albergo la convicción inequívoca de que soy un pobre diablo que apenas sabe cuatro cosas. Y entonces asumo que soy un idiota en el sentido ateniense de la palabra, y en el otro también.
Estas últimas convicciones me asaltan, sobre todo, cuando profundizo en una capa nueva de conocimiento que ya creía asentado. O cuando descubro las abisales lagunas de ignorancia que aún me quedan por cubrir. O cuando hago cuatro cálculos mentales para asumir que, en lo que me queda de vida, apenas podré leer un 0,0001 % de la información disponible en cualquier campo del conocimiento. En la década de 1920 nació el club del libro a fin de orientar a los abrumados lectores por el creciente número de títulos publicados. Nadie podía imaginarse, ay, que eso solo era el principio. Ni siquiera sabían aún lo que vendría con internet.
También me siento abrumado cuando conozco a personas inteligentes que parecen tener respuesta para todo y, además, la vierten con convicción y asertividad, empleando justo las palabras adecuadas en cada momento. O cuando descubro a un sabio de edad provecta que parece tener ya mucho callo. O cuando me tropiezo con un nuevo libro que me abre nuevas líneas de investigación que echan por tierra decenas de libros que había leído antes. Afortunadamente, más tarde consigo recordar que, si algo caracteriza a las grandes obras, es que, aunque se pruebe que contienen errores en cuestiones concretas, son capaces de seguir ofreciendo veracidad en líneas generales, lo cual no hubiese sido posible si todas esas cuestiones concretas hubieran sido correctas. Un pequeño alivio en un océano de incertezas.
Y ya no digamos la desazón que me inunda cuando contemplo a vista de pájaro el palpitar social y su traducción política, recordando de nuevo que las respuestas correctas rara vez son obvias. Y en los raros casos en que lo son, la política puede hacer que las personas más lúcidas sean ciegas a las verdades más simples. Por eso, cualquier medio de comunicación dirigido por el Estado a menudo errará en las respuestas. Sin contar que ganar un debate no significa tener razón. La razón puede confundirse con la confianza, la retórica, las bengalas aforísticas y otros artificios. Y, por añadidura, quienes menos saben tienden a parecer más seguros de lo que saben; y quienes más saben, lo contrario.
¿QUÉ ES LA SABIDURÍA?
Por si todo esto no fuera suficiente, ya ni siquiera podemos fiarnos de la inteligencia o la edad si lo que perseguimos es la sabiduría. Al menos es lo que sugiere un nuevo metaanálisis publicado este noviembre de 2022. Este análisis, que resume treinta años de investigación de la sabiduría empírica, es el primero en proporcionar información metaanalítica sobre los correlatos de la misma. Y demuestra que, a pesar de las diferencias en las conceptualizaciones de la sabiduría y en los enfoques de medición, la sabiduría se asocia sólidamente con constructos como la apertura, el bienestar hedónico y el bienestar eudaimónico. Pero no con la inteligencia o la edad.
También sugiere que, a medida que el mundo se vuelve más complejo y polarizado, y el futuro de la humanidad se torna más incierto, es cada vez más evidente que necesitamos algo más que conocimiento o inteligencia para gestionar los nuevos desafíos que nos salgan al paso. Necesitamos sabiduría.
Las personas deben navegar a través de un mar de información, información errónea y desinformación, equilibrar objetivos aparentemente contradictorios (como proteger a las personas vulnerables frente a sostener la economía durante una pandemia), y colaborar eficazmente para llegar a acuerdos de trabajo con personas que tienen puntos de vista y valores divergentes. Eso es la sabiduría (Aldwin, 2009; Grossmann et al., 2020; Jeste et al., 2010)
De acuerdo con este modelo, una persona sabia considera múltiples perspectivas, equilibra diferentes puntos de vista, integra puntos de vista opuestos, se involucra en la reflexión, adapta las soluciones de sus problemas a cada contexto y demuestra humildad intelectual. Pero este modelo consensuado de sabiduría, sin embargo, es sólo un comienzo. Quedan muchos problemas fundamentales por resolver, incluidas las aparentes discrepancias entre las medidas de sabiduría en sus asociaciones con otras variables psicológicas y demográficas, que contribuyen a la ambigüedad de la conceptualización de la sabiduría.
Por lo tanto, en este estudio, se han metaanalizado los hallazgos sobre los correlatos de sabiduría, centrándose en las variables que pueden ayudar a describir quiénes son las personas sabias y si viven una buena vida. Específicamente, se examinó las relaciones de la sabiduría con la edad, la inteligencia, el bienestar y los constructos de la personalidad (los Big Five).
EDAD
“Cuando tengas mi edad pensarás como yo” o “eres joven, te falta experiencia” o “ya tengo una edad, debes respetar mi opinión” son expresiones sociales que nada tienen que ver con la sabiduría. De hecho, es muy fácil impugnar cualquier opinión fundamentada en la edad de quien la manifiesta: basta con encontrar a otra persona de edad más avanzada que piense como tú para anular cualquier opinión discrepante.
Así, si bien la mayoría de los investigadores de la sabiduría creen que la experiencia de la vida, cuando se reflexiona activamente sobre ella, puede conducir al crecimiento de la sabiduría, la edad cronológica por sí sola no garantiza automáticamente la sabiduría. De hecho, la mayoría de los estudios publicados informaron correlaciones no significativas entre la edad y la sabiduría.
Por si fuera poco, la edad provecta puede estar asociada con una disminución de la sabiduría, dado que las personas se vuelven menos abiertas de mente y la capacidad para resolver problemas con una inteligencia fluida también suele entrar en declive.
INTELIGENCIA
La inteligencia es el equivalente a un buen motor en el coche. Pero un coche tiene muchos elementos importantes, como la dirección asistida o los frenos ABS. No todo es el motor, aunque sea importante. Así, la inteligencia suele brindar una recopilación y utilización más eficiente de la información, lo que a su vez podría conducir a una mejor toma de decisiones. La inteligencia también podría permitir un aprendizaje más efectivo a partir de experiencias pasadas.
Las ventajas que brindan los altos niveles de inteligencia podrían apoyar tanto el desarrollo como la manifestación de la sabiduría. La sabiduría, sin embargo, implica mucho más que inteligencia. Por ejemplo, no es obvio que la inteligencia deba asociarse con aspectos de la sabiduría que implican el reconocimiento y la gestión de la incertidumbre, la toma de perspectiva, la prosocialidad y las aspiraciones morales (por ejemplo, la compasión y la búsqueda del compromiso y la resolución de conflictos). La correlación entre inteligencia y sabiduría debería ser, por tanto, positiva pero de pequeña magnitud (Fournier et al., 2018; Glück et al., 2013; Greaves et al., 2014; Grossmann et al., 2012).
DE LA APERTURA A LA EXPERIENCIA AL NARCISISMO
El estudio también sugiere que la apertura a la experiencia se correlaciona positivamente con la sabiduría. Por el contrario, el narcisismo puede considerarse una de las antítesis de la sabiduría. Mientras que las personas sabias son humildes, compasivas y autotrascendentes, los individuos narcisistas son grandilocuentes, dominantes y se caracterizan por un sentido de superioridad.
Así que, habida cuenta de estos resultados, me quedo un poco más tranquilo en lo tocante a mis zozobras, mis dudas y mis rumiaciones. Tal vez para ser sabio hay que ser poco inteligente (punto para mí) y no haber cumplido demasiados años (punto para mí, por los pelos). A lo mejor es natural sentirse un poco idiota (en el sentido ateniense y en el otro) cuando abrazas cierta sabiduría. O quizás estoy explicando todo esto porque soy un poco narcisista y quiero creer que soy sabio (lo cual, visto lo visto, demostraría que efectivamente ando lejos de la sabiduría).
¿Acaso estoy rizando el rizo? Puede ser. Quizá, incluso, haya cierta impostura en ese sentido para vender mejor mi imagen de sabio. Como la idea de sentirme identificado con Samuel Johnson, quizá la pluma más importante en lengua inglesa con permiso de Shakespeare. Aunque, llegados a este punto, ahora prefiero volver a la sencillez de los hacendosos hábitos de mi día a día, identificándose entonces con el superviviente de Auschwitz Primo Levi: "Sin una profunda simplificación, el mundo que nos rodea sería un embrollo infinito e indefinido que desafiaría nuestra capacidad de orientación y de decidir nuestras acciones [...] Estamos obligados a reducir a un esquema aquello que es posible conocer". ¿Acaso eso no es, también, sabiduría?
Excelente reflexión. Verdaderamente es así, la persona sabia es "humilde, compasiva y autotrascendente", como bien dices. Ir hacia la sabiduría es el camino más importante que uno puede transitar; es posible siempre, pero difícil.
Saludos.
Simplemente comentar una reflexión sobre la asociación entre sabiduría y edad. Creo que en sociedades sencillas pre industriales que permanecian inalterables durante siglos, la edad confería una experiencia útil para nuevas generaciones. Permitía transmitir conocimiento de manera eficiente.
En sociedades complejas, pos industriales y muy tecnificadas esta vía de conocimiento se ha roto. La edad ya no aporta el conocimiento que podemos asociar por convención social a la sabiduría.
Y por último, mi forma favorita de ver la sabiduría, tirar 3 dados de 6 caras , sumar y aplicar los bonus indicados en la tabla del manual del jugador, como en Dragones y Mazmorras jajajaja.