La estafa de la justicia social: un movimiento de la élite para la élite
Un pequeño ensayo sobre los capitalistas simbólicos, la nueva aristocracia que modela el mundo.
El sociólogo e investigador de la Universidad de Columbia Musa al-Gharbi ha publicado recientemente un impresionante libro titulado We Have Never Been Woke: The Cultural Contradictions of a New Elite. Si bien el argumento central del libro —que lo woke se centra más en gestos simbólicos que en soluciones tangibles— no es completamente original, su exposición y la meticulosa documentación que aporta al-Gharbi le otorgan una fuerza extraordinaria.
Al-Gharbi sitúa el movimiento woke en un marco histórico más amplio, identificándolo como el cuarto «Gran Despertar» (Great Awokening). Iteraciones previas tuvieron lugar en las décadas de 1920, 1960 y 1980, todas impulsadas por dinámicas similares en las élites. Según el autor, estos movimientos surgen debido a una «sobreproducción de élites»: un exceso de individuos que aspiran a posiciones de prestigio, frente a una oferta limitada de roles disponibles.
El primer Gran Despertar, que comenzó en los años 20, fue particularmente intenso, alimentado por la ansiedad de estudiantes universitarios que, ante la Gran Depresión, temían no alcanzar el estatus que consideraban merecido. Aunque respaldaban retóricamente causas como los derechos de los afroamericanos y el feminismo, sus demandas reales se centraban en la seguridad económica y profesional para ellos mismos. Al apoyar las políticas de Franklin D. Roosevelt, encontraron una vía para obtener empleos cómodos y bien remunerados, consolidándose como el establishment contra el que los estudiantes de los años 60 se rebelarían, el segundo Gran Despertar.
Cada uno de estos despertares comparte rasgos comunes: se originan en periodos de crisis, cuando las élites aspirantes sienten amenazadas sus oportunidades de ascenso. En lugar de derrocar el orden establecido, buscan asegurarse posiciones dentro de él. Por ejemplo, el auge del movimiento estudiantil contra la guerra de Vietnam se produjo cuando el fin de la exención del servicio militar para universitarios puso a estos jóvenes en riesgo directo de combate.
El patrón persiste en el tercer y cuarto Gran Despertar. En todos ellos, al-Gharbi subraya las contradicciones de las élites woke, a quienes llama «capitalistas simbólicos», porque su labor y prestigio orbitan en torno a la manipulación de símbolos más que a la creación de riqueza tangible. Estas élites suelen amplificar voces de «minorías consagradas» que comparten su perspectiva, mientras ignoran a las verdaderas mayorías dentro de los grupos marginados. Si una de estas figuras consagradas comienza a cuestionar el dogma woke, es rápidamente reemplazada por otra más complaciente.
De manera similar, términos como «Latinx», promovidos por estas élites, son rechazados abrumadoramente por las comunidades hispanas que supuestamente representan. Solo el 3% de los hispanos utiliza este término, y la mayoría lo encuentra irrelevante o absurdo. En España vemos un fenómeno similar con el término «elles» o «nosotres».
Al-Gharbi también critica la cultura de la cancelación (cancel culture), señalando que, lejos de ser una herramienta de los menos favorecidos contra los poderosos, acostumbra a ser utilizada por las élites para cancelar a miembros de clases trabajadoras. Así, las normas progresistas que sancionan valores religiosos tradicionales en el lugar de trabajo terminan perjudicando más a minorías pobres que a los ejecutores privilegiados de estas reglas.
Para entender mejor dónde estamos ahora, vale la pena profundizar en lo que sucedió en el segundo Gran Despertar.
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