La cuestión no es si la máquina nos supera o no. La cuestión es si queremos renunciar al temblor que nos hace humanos. Porque escribir no es solo decir cosas con claridad.
Me ha encantado este artículo. Recientemente le he propuesto a mi hijo de 10 años un experimento que consiste en escribir un "diario de verano" juntos, cada uno con su libreta para plasmar de puño y letra nuestros pensamientos y recuerdos de las vacaciones.
De momento parece que le he enganchado a escribir a mano y yo he de reconocer que también lo estoy disfrutando aunque a veces me cueste mantener ese hábito.
Gracias por compartir tu talento, estoy esperando que me lleguen los nuevos volúmenes (II y III) de Sapienciología.
Me es grato leerte y encontrarme con esta reflexión sobre hacer uso de lo propio, que son las manos. Es más, mañana (sábado 12) publico una reflexión sobre el valor de escribir a mano...
La tecnología democratiza la posibilidad de un resultado. Sin embargo la calidad de ese resultado, y la valoración que hacemos de él requiere ya otras consideraciones, incluidas las capacidades de esa tecnología y las del propio usuario. La tecnología reduce el esfuerzo, la curva de aprendizaje y por tanto, el número de errores y frustraciones, lo que conlleva indefectiblemente a una disminución también de la tolerancia al fracaso. El mayor problema es nuestra propia condición actual. Recordemos que nuestra cognición es eminentemente corporeizada y expandida incluso al entorno en el que vivimos y a útiles que manipulamos. Esto implica que la mayor parte del aprendizaje y todo el compendio de reacciones emocionales asociadas se han seleccionado naturalmente a lo largo de miles de años, pero sólo en el último siglo, los avances están condicionando cambios acelerados en nuestra epigenética, y más lento en nuestra genética. Sabemos y entendemos más o menos lo que está ocurriendo, pero lo que no atisbamos son las consecuencias exactas de ello. Yo mientras tanto, trato de aislarme de vez en cuando a recordar el uso diversificado del cuerpo en general y las manos en particular, escribiendo, dibujando, percutiendo musicalmente, lanzando objetos, realizando labores de bricolaje, albañilería, jardinería, o incluso con algo tan simple como comer con las manos y volver a disfrutar del placer de chuparse los dedos.
Es curioso porque yo siempre sostuve que escribir a mano me frenaba el pensamiento. Cuando lo hago al ordenador, suelo recoger muchas más ideas por la velocidad a la que tecleo. Pero también es cierto que el placer que obtengo por sentarme a escribir sobre una libreta, el contacto con la hoja, el roce del boli, la letra torcida, los tachones... Es un disfrute diferente. Eso sí, la calidad del texto suele ser bajísima (quizá porque no vuelvo a él para reescribirlo, como sí hago en el ordenador).
Me ha encantado este artículo. Recientemente le he propuesto a mi hijo de 10 años un experimento que consiste en escribir un "diario de verano" juntos, cada uno con su libreta para plasmar de puño y letra nuestros pensamientos y recuerdos de las vacaciones.
De momento parece que le he enganchado a escribir a mano y yo he de reconocer que también lo estoy disfrutando aunque a veces me cueste mantener ese hábito.
Gracias por compartir tu talento, estoy esperando que me lleguen los nuevos volúmenes (II y III) de Sapienciología.
¡¡Salud y ciencia!!
P.D. Efectivamente ha elegido 27
Muchas gracias, Javier. Qué buena iniciativa. Escribir a mano es algo que sigo haciendo, aunque sea difícil, como dices, mantener el hábito.
Espero que disfrutes de los dos volúmenes de Sapienciología que están por llegarte.
Un saludo.
Sergio, con diferencia, este artículo fue el más visto desde el Diario:
https://columnas.substack.com/p/como-automatizar-la-importacion-de
Muchas gracias por el aviso, Roberto. Qué honor.
Me ha hecho pensar en una solución que posiblemente ya exista o alguien inventará, porque no me parece tan complicada con la tecnología que tenemos:
Una máquina que “lea y transcriba” cuadernos escritos a mano y los pase formato online.
Me extrañaría que no existiese ya. Y si no existe, ahí la dejo botando.
Lo que sí que tengo es un cuaderno en el que puedes escribir y todo se guarda automáticamente en la nube.
Oh, ¿cómo se llama? Supongo que será similar a un lector digital… ¿o es cuaderno de papel? 🤯
Me es grato leerte y encontrarme con esta reflexión sobre hacer uso de lo propio, que son las manos. Es más, mañana (sábado 12) publico una reflexión sobre el valor de escribir a mano...
Gracias :)
Muchas gracias, Cuca. Pues estaré atento a tu aportación, que seguro que es muy valiosa.
La tecnología democratiza la posibilidad de un resultado. Sin embargo la calidad de ese resultado, y la valoración que hacemos de él requiere ya otras consideraciones, incluidas las capacidades de esa tecnología y las del propio usuario. La tecnología reduce el esfuerzo, la curva de aprendizaje y por tanto, el número de errores y frustraciones, lo que conlleva indefectiblemente a una disminución también de la tolerancia al fracaso. El mayor problema es nuestra propia condición actual. Recordemos que nuestra cognición es eminentemente corporeizada y expandida incluso al entorno en el que vivimos y a útiles que manipulamos. Esto implica que la mayor parte del aprendizaje y todo el compendio de reacciones emocionales asociadas se han seleccionado naturalmente a lo largo de miles de años, pero sólo en el último siglo, los avances están condicionando cambios acelerados en nuestra epigenética, y más lento en nuestra genética. Sabemos y entendemos más o menos lo que está ocurriendo, pero lo que no atisbamos son las consecuencias exactas de ello. Yo mientras tanto, trato de aislarme de vez en cuando a recordar el uso diversificado del cuerpo en general y las manos en particular, escribiendo, dibujando, percutiendo musicalmente, lanzando objetos, realizando labores de bricolaje, albañilería, jardinería, o incluso con algo tan simple como comer con las manos y volver a disfrutar del placer de chuparse los dedos.
Es curioso porque yo siempre sostuve que escribir a mano me frenaba el pensamiento. Cuando lo hago al ordenador, suelo recoger muchas más ideas por la velocidad a la que tecleo. Pero también es cierto que el placer que obtengo por sentarme a escribir sobre una libreta, el contacto con la hoja, el roce del boli, la letra torcida, los tachones... Es un disfrute diferente. Eso sí, la calidad del texto suele ser bajísima (quizá porque no vuelvo a él para reescribirlo, como sí hago en el ordenador).