Crónica de un viaje al futuro
Reflexiones tras la primera expedición Sapienciología a China.
En las postrimerías de mayo, durante una semana recorrimos China no como turistas, sino como testigos de un futuro alternativo que ya está ocurriendo. Shenzhen, Guangzhou y otras lugares que parecen haber dado un salto en el tiempo fueron el escenario de esta expedición organizada junto a ocho suscriptores de Sapienciología. Ocho personas que apenas conocía, y que se convirtieron en cómplices de una experiencia irrepetible.
Lo que comenzó como una especie de broma —una idea lanzada al aire entre cafés y mensajes de voz con Adrián Sussudio— fue tomando forma hasta hacerse tangible. En parte, porque sentía que tenía que hacerlo. La primera vez que estuve en China, hace ya un año, me invadió una sensación de orfandad intelectual: no conocía a nadie con quien pudiera compartir ese asombro, esa ruptura de esquemas, ese «esto no se parece a nada de lo que me habían contado». Y me prometí que, algún día, encontraría la manera de transmitirlo.
Lo intenté con vídeos, con artículos, con un libro que aún estoy escribiendo (y que espero acabar pronto). Pero me di cuenta de que hay cosas que no se pueden contar. Hay que vivirlas. China no se entiende desde fuera. Se interpreta, se malinterpreta, se filtra… pero no se comprende. Porque no es solo un país: es una civilización aparte, con sus propias reglas, su propia gramática moral, su propio ritmo histórico.
Y ahí entra este viaje. No ha sido un tour turístico. Ha sido una experiencia Sapienciología en estado puro: un experimento de pensamiento encarnado, un viaje al futuro —el suyo, el nuestro, el de la humanidad— y también un viaje hacia nuestras propias lentes culturales.
He hecho de guía, sí. Pero no en el sentido clásico. Fuimos a los sitios que a mí me marcaron. Nos alojamos en el mismo hotel en el que me hospedé la primera vez. Quise hacer revivir aquello que me desbordó entonces. Y, con la mirada de todos los que se atrevieron a apuntarse a este viaje, lo he revivido yo también, pero de otra manera: más rica, más coral, más divertida. He sentido todas emociones como propias. He experimentado su sorpresa, su confusión, su fascinación. Y eso, para mí, no tiene precio.
Se lo dije a todos ellos y lo repito aquí: gracias. Por el sentido del humor, por la disposición, por hacer que algo tan incierto fuera tan fácil. Ha sido mi sexta vez en China, pero sin duda la más intensa, la más luminosa, la más llena de matices. Me habéis hecho reír como nunca. Me habéis hecho pensar, volver a mirar lo que ya creía conocido, y descubrirlo de nuevo a través de vuestros ojos.
Y, aunque suene ingenuo, me llevo algo aún más valioso que la experiencia: me llevo un grupo de personas con las que me gustaría seguir explorando el mundo. China otra vez. O Corea del Norte. O Turkmenistán. O donde sea. Porque sé que juntos volveríamos a generar esa magia rara que surge cuando el asombro es compartido.
Este ha sido, sin duda, un viaje al futuro. Pero también ha sido un viaje a la amistad inesperada, a la pedagogía espontánea, a la emoción colectiva. A la posibilidad de que Sapienciología no sea solo una newsletter, sino una comunidad viva. Un proyecto que también se camina. Como muestra de ello, os dejo aquí el vídeo-resumen de los momentos más top del viaje:
Por el momento, toca descansar. Pero prometo que volveremos a organizar otro viaje a China. Si estáis interesados en apuntaros a la próxima, enviadme un mensaje para que pueda avisaros cuando haya alguna novedad la respecto.
Hasta la próxima, donde quiera que esté.
Con gratitud sincera,
Sergio.
Cuando me propusiste organizar un viaje a China (juntos) pensaba que me estabas vacilando. El resultado ha sido una locura maravillosa. Gracias, amigo.
¡Qué pasada de viaje y de experiencia! ¿Había alguien en el grupo que hablara chino? Yo estuve en el 2014 y era imprescindible ir con alguien que al menos chapurreara...
Por cierto, me ha gustado mucho leerte de esta manera más personal y emotiva. Déjate caer otros textos así de vez en cuando 😁