¿Cómo arreglar el peor sistema de salud pública del mundo? Invirtiendo menos, no más
Estados Unidos invierte más sanidad pública que España pero tiene una esperanza de vida más baja.
Un análisis de once países ricos concluyó que Estados Unidos tiene un sistema de salud injusto y difícil, y en términos generales es peor que cualquiera de los países analizados.
Según un estudio del Imperial College de Londres y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el que se han analizado el promedio de vida de los habitantes de 35 países industrializados, se establece que para el año 2030 Estados Unidos será el país más rico con menor esperanza de vida.
La economía puede estar creciendo y el mercado de valores está en auge, pero los estadounidenses se están muriendo más jóvenes: viven vidas más cortas que las generaciones anteriores y mueren antes que sus contrapartes de todo el mundo.
¿Por qué sucede esto? Como siempre, hallar un factor que lo explique todo es una entelequia. Sin embargo, aquí hay una pista: en una reciente encuesta internacional, los estadounidenses tenían mayor probabilidad de informar de que tenían tres o más enfermedades crónicas que sus contrapartes en otros 10 países con altos ingresos per cápita.
O como lo explica Dan Heath en su reciente libro Upstream: el sistema de salud estadounidense está diseñado casi exclusivamente para reaccionar, no para prevenir.
Las muñecas rusas de la prevención
¿Arteria bloqueada? Lo destaparemos. ¿Cadera rota? Lo reemplazaremos. ¿Problemas de visión? Lo corregiremos. En Estados Unidos, si todo va bien, recuperarás tu salud inicial. Pero es difícil encontrar a alguien en el sistema cuyo trabajo sea abordar la pregunta ¿cómo podemos hacerte más saludable?
La percepción común sobre el sistema de atención sanitaria de Estados Unidos se centra a menudo en la idea de que el país incurre en gastos excesivos en este ámbito. Esta visión, aunque ampliamente difundida, simplifica en exceso una realidad mucho más compleja. Es indiscutible que Estados Unidos lidera el ránking de gasto en atención sanitaria formal en relación al Producto Interior Bruto (PIB) en comparación con otras naciones desarrolladas. No obstante, este análisis no considera la totalidad del espectro de gastos vinculados al bienestar social.
Para obtener una imagen más completa y matizada, es esencial considerar conjuntamente los gastos destinados a la atención sanitaria y aquellos asignados a lo que se denomina "atención social". Este último término engloba una amplia variedad de inversiones preventivas y de apoyo que abarcan desde la vivienda adecuada, la seguridad en el empleo, hasta sistemas de pensiones robustos y programas de cuidado infantil, entre otros. Estos gastos, fundamentales para la cohesión social y el bienestar general de la población, juegan un papel crucial en la determinación de la salud pública a largo plazo.
Cuando se realiza esta suma integral, considerando tanto la atención sanitaria directa como la atención social, el panorama en Estados Unidos cambia significativamente. Se revela que, en comparación con otros países desarrollados que quizás gasten menos proporcionalmente en atención sanitaria formal, pero inviertan más en atención social, Estados Unidos no se distingue de manera tan marcada en términos de gasto total dedicado al bienestar de sus ciudadanos.
Como señalan Bradley y Taylor en un libro titulado The American Health Care Paradox, lo realmente distintivo del enfoque estadounidense hacia la salud no es tanto la cantidad de gasto sino la forma en que se gasta. En comparación con otros países, gastamos más dinero en curar las dolencias de las personas y menos en mantenerlas saludables.
Por esa razón, donde sobresale el sistema de salud estadounidense, como resultado de este enfoque, es en el tratamiento de pacientes con enfermedades graves como el cáncer o las enfermedades cardíacas. Por eso, los príncipes saudíes vuelan a Houston o Boston para recibir tratamiento contra el cáncer. Estados Unidos es líder mundial en reemplazos de rodilla y cirugías de bypass, y en el número de personas que viven con trasplantes de riñón y en el porcentaje de personas mayores que reciben reemplazos de cadera dentro de los seis meses posteriores a haberlo necesitado.
Estos son los frutos de invertir en acciones reactivas y no preventivas. Generalmente, las acciones reactivas son más fáciles de realizar, pero menos eficaces para el sistema: son más caras y obtienes menos beneficios. Así, los sistemas públicos de salud no son mejores solo en función de los recursos que poseen, sino en qué lugar del sistema se invierten tales recursos.
En términos generales, estamos tan concentrados en salvar a los niños que se están ahogando en el río que no logramos investigar por qué necesitan ser salvados. En Estados Unidos, sencillamente, están un poco más concentrados en eso que el resto de países ricos.