Solo así podemos ir más allá de las fronteras de la ciencia y bordes epistémicos
Cómo la utilidad de la ciencia convencional no debería ser un obstáculo para adoptar, también, la ciencia de la complejidad.
En líneas generales, el conocimiento científico de la ciencia convencional no es del todo adecuado para tratar los problemas complejos.
Esta posición crítica no constituye una simple reacción posmodernista ni se basa exclusivamente en las limitaciones epistemológicas identificadas por filósofos de la ciencia como Karl Popper, Thomas Kuhn o Paul Feyerabend, quienes cuestionaron la objetividad y la estructura del proceso científico.
Más bien, se centra en la naturaleza misma de los fenómenos complejos que caracterizan a nuestras sociedades modernas, las cuales son distintivamente plurales, diversas, volátiles y transgresoras.
Paul Cilliers, filósofo sudafricano, articula claramente esta posición al señalar cómo el interés por la complejidad ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Este interés se ha visto impulsado por las contribuciones de científicos y pensadores notables como Ilya Prigogine, Humberto Maturana, Francisco Varela, Benoit Mandelbrot, Stuart Kauffman y Murray Gell-Mann, junto con otros pioneros en la teoría del caos y la teoría de sistemas complejos.
Estos académicos han extendido y enriquecido nuestra comprensión de cómo los sistemas complejos exhiben comportamientos que no pueden ser completamente explicados por leyes reduccionistas y deterministas clásicas.
Por ejemplo, Ilya Prigogine subraya la importancia de los procesos irreversibles y los sistemas lejos del equilibrio en la física, lo que llevó a una nueva comprensión de cómo el orden puede surgir del caos.
Por su parte, Mandelbrot introdujo los fractales, que muestran cómo las estructuras complejas y auto-similares aparecen en varios niveles, algo ampliamente observable en la naturaleza. Por esa razón, de hecho, a los seres humanos les atraen los fractales: porque abundan en la naturaleza, desde cadenas montañosas hasta litorales, pasando por las hojas y ramas de los árboles, y los ríos con sus afluentes. Sin embargo, estos fractales no deben alcanzar una complejidad excesiva, dado que podrían dejar de ser atractivos para nosotros.
Los neurocientíficos han desarrollado métodos para medir la densidad de estos fractales, como el enfoque propuesto por Michael Gazzaniga, que permite estudiar su impacto en nuestra percepción:
Dibujemos un árbol en un trozo de papel. Si dejamos el papel totalmente en blanco, sería una D (densidad fractal) de 1. Si dibujáramos un árbol con tantas ramas que el papel acabase todo negro, sería una D de 2. Por regla general, los seres humanos prefieren patrones con una densidad fractal de 1,3: algo de complejidad, pero no demasiada.
La obra de Maturana y Varela introdujo el concepto de autopoiesis, que describe cómo los sistemas biológicos se mantienen y se regeneran a sí mismos, un principio que ha sido aplicado también para entender sistemas sociales y organizacionales. Esta idea resalta la capacidad de un sistema para adaptarse y transformarse desde dentro, una característica esencial de los sistemas complejos.
Estas teorías y sus consiguientes hallazgos sugieren que los fenómenos complejos, a menudo, operan de manera que desafían las aproximaciones lineales y simplistas, y que requieren un marco de pensamiento que pueda abarcar la interdependencia, la variabilidad y la adaptabilidad.
Por ejemplo, veamos un sencillo ejemplo en el ámbito de las ciencias sociales.
Andamiajes
El concepto de andamiaje, inicialmente explorado en el ámbito educativo, ha trascendido sus orígenes para captar la atención de profesionales en disciplinas tan diversas como la biología teórica y la gestión empresarial.
Esta expansión del interés se debe, en parte, a la capacidad del andamiaje para facilitar y guiar procesos complejos hacia su realización, actuando como una suerte de catalizador que canaliza el flujo de información, materia y energía en direcciones específicas y en contextos concretos.
El término "andamiaje" fue popularizado en el contexto educativo por figuras como Lev Vygotsky y Jerome Bruner. Vygotsky introdujo la idea de "zonas de desarrollo próximo", que se refiere a la brecha entre lo que un aprendiz puede hacer sin ayuda y lo que puede lograr con orientación y aliento. Bruner, tomando esta idea, aplicó la metáfora del andamiaje a la relación entre el educador y el estudiante, sugiriendo que el apoyo estructurado que el educador proporciona al estudiante facilita el aprendizaje, permitiendo al estudiante alcanzar niveles de comprensión que no podría lograr por sí solo.
El andamiaje, entonces, se comprende mejor como una restricción dependiente del contexto que, lejos de limitar, habilita la acción y promueve la eficacia.
En el ámbito educativo, por ejemplo, los profesores establecen andamios al proporcionar estructuras de apoyo que guían al alumno hacia una mayor comprensión, ofreciendo "puntos de equilibrio" que facilitan la transición a niveles más avanzados de aprendizaje. Estos puntos de equilibrio hacen que cada paso subsiguiente en el proceso de aprendizaje sea más accesible y manejable para el alumno, estabilizando su progreso y aumentando la probabilidad de que alcance el objetivo deseado.
Más allá del ámbito educativo, el concepto de andamiaje se ha extendido para abarcar una variedad de contextos y funciones. Por ejemplo, el experto en robótica cognitiva y filosofía del conocimiento Mark H. Bickhard, sugiere que elementos como los monumentos nacionales y las colecciones de museos actúan como andamios en el contexto cultural, facilitando la transmisión y comprensión de la historia de maneras específicas.
Además, el andamiaje puede adoptar formas menos tangibles, como la formulación de preguntas estratégicas que guían el pensamiento o el aprendizaje en una dirección particular, sin necesariamente producir un artefacto físico.
El andamiaje también se encuentra presente en la infraestructura de transporte y servicios públicos, entre otros. Estos ejemplos ilustran cómo el andamiaje puede facilitar no solo la realización de proyectos individuales, sino también el desarrollo de capacidades y la promoción del bienestar comunitario.
En resumen, el andamiaje emerge como un concepto fundamental que atraviesa disciplinas, ofreciendo un marco para comprender cómo las estructuras de apoyo pueden facilitar el logro de objetivos complejos, desde la educación individual hasta el desarrollo comunitario y la gestión empresarial. Su naturaleza habilitante y su capacidad para estabilizar y guiar procesos lo convierten en una herramienta clave para la realización de proyectos en diversos campos.
A la hora de gestionar una sociedad, con sus inextricables dinámicas, debemos construir un sistema sustentado en andamiajes.
Somos únicos pero parecidos
La complejidad del ser humano se deriva de la interacción entre sus componentes biológicos, psicológicos, sociales y ambientales, los cuales operan en múltiples niveles y escalas. Esta complejidad es tal que las propiedades emergentes de estos sistemas (tales como la conciencia, la identidad, las creencias y los valores) no pueden ser directamente deducidas ni predichas a partir de las propiedades de los componentes individuales. En este sentido, cada persona, al ser un sistema complejo, presenta patrones de comportamiento, pensamiento y emociones que son únicos y no replicables en su totalidad.
Esta singularidad plantea un desafío significativo para las ciencias sociales y la psicología. Tradicionalmente, estas disciplinas han buscado establecer teorías y modelos que permitan explicar el comportamiento humano y los procesos sociales de manera general. Sin embargo, al enfrentarse a la complejidad inherente al ser humano y a las sociedades, estas aproximaciones encuentran limitaciones considerables. Los modelos existentes a menudo no pueden capturar la riqueza y la variabilidad de las experiencias humanas individuales, ni pueden explicar completamente la dinámica de sistemas sociales complejos.
Además, nuestro entendimiento acumulado sobre el ser humano y la sociedad presenta un sesgo considerable. La mayor parte de las investigaciones en psicología y sociología se han llevado a cabo con poblaciones WEIRD (siglas en inglés de Western, Educated, Industrialized, Rich, and Democratic), es decir, poblaciones occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas. Esto significa que nuestra percepción actual sobre la naturaleza humana se apoya excesivamente en un segmento de la humanidad que no refleja adecuadamente la amplia variedad de experiencias, culturas y contextos sociales del mundo. Tal sesgo en la metodología y en la selección de muestras restringe aún más nuestra habilidad para desarrollar modelos y teorías universales sobre el ser humano y las sociedades.
Todos somos únicos pero parecidos, y estamos muy lejos de entendernos uno a uno. Por ello, es posible que estemos lejos de la resolución necesaria de nuestras leyes generales sociales para explicar a las sociedades, y mucho menos a los individuos o los grupos.
Pero entendernos como entidades únicas y también como sistemas interdependientes, resulta fundamental a la hora de valorar y proteger lo que nos beneficia y castigar o mitigar lo que nos perjudica.
Por ejemplo, las identidades tienen el poder de moldear lo que la gente cree, lo que le agrada y lo que no, incluso sus percepciones básicas como el gusto y el olfato. Son la base de muchas cosas buenas en el mundo, como la confianza y la cooperación, pero también de muchas cosas malas, como la discriminación y la violencia intergrupal.
Enfoque desde la complejidad
La entender al ser humano (un sistema complejo) y las sociedades (un sistema complejo de sistemas complejos) necesitamos invocar las ciencias de la complejidad. Esta disciplina sirve de puente entre dos extremos del universo: el reino infinitesimal de la mecánica cuántica y el macrocosmos de la teoría de la relatividad. Aunque ambas teorías han logrado un éxito indiscutible, por sí solas no explican la transición de los fundamentos de la existencia (espacio, tiempo, materia, energía) a los patrones complejos de la vida y sus constructos sociales como ecosistemas, culturas y civilizaciones.
Antes del enfoque sistémico, la ciencia mantenía una perspectiva reduccionista, descomponiendo lo complejo en partes más simples para su estudio. Este principio asumía que, comprendiendo las partes, se podría entender el todo, similar a cómo se entiende un reloj desmontándolo y examinando cada componente. Este enfoque ha demostrado ser excepcionalmente fructífero. Sin embargo, la teoría general de sistemas planteó una cuestión revolucionaria: ¿cómo se unen y organizan las partes para formar un todo? Esta pregunta marcó el inicio de una revolución científica que sigue evolucionando, aplicando la noción de sistemas para comprender estructuras en todas las escalas, desde lo subatómico hasta lo galáctico.
Aunque la lente de la ciencia convencional es útil, podemos supervitaminarla si superponemos, aunque solo sea de vez en cuando, la lente de la complejidad.
Fantástica reflexión. Además, la complejidad no ha dejado de crecer en buena parte del árbol evolutivo, y de nuestra especie en particular, porque aunque más costosa energéticamente y más frágil en condiciones extremas, es más versátil para adaptarse ante los cambios más habituales. Por lo que las ciencias de la complejidad son cada vez más necesarias. https://jajugon.substack.com/p/el-crecimiento-de-la-complejidad