¿Por qué escribo libros?
Una historia de dinero, amor y todas las demás cosas importantes de la vida.
El año pasado, escribí seis libros.
Este año aspiro a otros seis.
En toda mi vida, he publicado unos 70, dos tercios de ellos firmados por otros autores.
Escribir es un trabajo exigente y solitario (aunque dispongas de las actuales asistencias chatgepeteras). Además, el 86 % de los títulos que se ofrecen en las librerías de España venden menos de 50 ejemplares al año. Solo el 0,1 % vende más de 3.000.
¿Entonces? ¿Por qué escribo? En primer lugar, porque me gusta hacerlo. Mi incentivo principal no es económico. Además, un libro te transfiere algo más valioso que el dinero: reputación. Y la reputación es como el oro: puede transformarse en dinero, o en cualquier otra cosa, como admiración, cariño y hasta amor.
Pero hay otra cosa más.
Probabilidades
Si una empresa de capital riesgo hace cincuenta inversiones, prevé que probablemente la mitad fracasarán, diez van a dar unos resultados bastante buenos y una o dos serán éxitos que van a reportar el 100 % de los beneficios del fondo. La empresa de inversión Correlation Ventures hizo los siguientes números. de las más de 21.000 operaciones con capital riesgo entre 2004 y 2014:
Un 65 % perdieron dinero.
Un 2,5 % de las inversiones dieron una rentabilidad de entre diez y veinte veces.
Un 1 % reportó unos beneficios de más de veinte veces.
Un 0,5 % (unas cien empresas de cada 21.000) cosechó una rentabilidad de cincuenta veces o más. De ahí proviene la mayor parte de los beneficios del sector.
Mi trilogía de libros ilustrados Las chicas son guerreras ha vendido más de 100.000 ejemplares y se ha traducido a cinco idiomas. En la última liquidación de derechos, del mes pasado, se habían vendido otros 9.000 ejemplares a pesar de que se publicó hace ocho años, en 2016.
Ese es mi 0,5 %. O mi 0,1 %, si atendemos a las estadísticas librescas.
Cuantos más libros escribo, más casos hay en cada cajón.
A largo plazo, pues, escribir muchos libros es más rentable de lo que parece. Para eso, claro, tienes que escribir muchos libros, y no todo el mundo tiene el tiempo y la energía para hacerlo. Yo sí. Por esa razón, este modelo me funciona a mí, aunque quizá no sirva para ti.
Humildad epistémica
Además, el someterte tantas veces a los rigores del mercado te permite aprender una gran lección: no importa tu instinto, o lo que te esfuerces: los libros que más o menos vendan raramente son los que imaginas, ni los que escribiste con más pasión o minuciosidad. No hay mucho cálculo que puedas hacer. No sabes tanto como crees que sabes. El mundo va a su aire y, en la mayoría de ocasiones, solo puedes sentarte y mirar.
O como lo expresó Brad Pitt en el discurso de recogida del Premio del Sindicato de Actores de Estados Unidos:
«Llevo treinta años currando en esto. Creo que el cálculo es sencillo: algunos proyectos funcionan y otros no. No hay motivo para insistir en ninguno de ellos. Solo hay que pasar al siguiente.»
La humildad epistémica llega también por otro lado. Cuanto más escribes, más lees. Cuando más lees y explicas lo que lees, más aprendes. Cuanto más aprendes, más sabes lo que no sabes.
Amor
Finalmente, hay otra razón por la que escribo.
En 1931, Walter Benjamin escribió un ensayo titulado Desembalo mi biblioteca, el cual exploraba nuestra conexión con los objetos culturales. Benjamin relata cómo extrae su colección de libros de unas cajas polvorientas donde han permanecido guardados durante años. Dispone los volúmenes dispersos por el suelo, "aún no tocados por el leve aburrimiento del orden", listos para ser reubicados en las estanterías una vez más.
Para Benjamin, la simple posesión de esos libros conformaba su identidad como lector, escritor y ser humano, a pesar de no haberlos leído todos. Se alzaban con orgullo en sus estanterías como símbolos, representando el conocimiento que anhelaba adquirir o los lugares a los que había viajado. Acumular libros era su manera de interactuar con el mundo, de construir la visión del mundo que promovía en sus escritos críticos.
A menudo nos descubrimos, e incluso nos redescubrimos, en aquello que conservamos a nuestro alrededor, sean libros o cualquier otra cosa. También me ocurre con los libros y artículos que he escrito para medios 1.0. Están todos ahí, en una gran estantería llamada Egoteca. Cuando abro un libro al azar y me leo, saliendo un momento de mí, me descubro y me redescubro, como si, en vez de numismática o filatelia, estuviera cultivando el autocoleccionismo. Es entonces cuando más me critico y también cuando más me perdono.
Por eso, escribir es algo que va más allá del dinero, la productividad, la reputación o incluso el placer. Son las huellas de mis pasiones e inquietudes que quedarán cuando llegue el sepulcro. Pero, sobre todo, es un acto de amor hacia ese pequeño Sergio que sigue ahí agazapado y que soñó durante tantos años con convertirse en lo que es ahora.
Fantástica reflexión y gracias por sincerarte así.
Entre otras cosas, tus palabras me hacen pensar en que, en ciertos entornos, la cantidad genera calidad. O al menos, estadísticamente, es más fácil que nos toque la lotería cuanto más juguemos. La duda que nos está asaltando en los últimos tiempos en los que la IA generativa está potenciando la generación de contenidos es sí este maremágnum creciente de información no ahogará la calidad, e incluso aupará la mediocridad hasta eclipsar a quienes tengan cosas interesantes que contar. Quizá la cantidad que humanamente somos capaces de producir de acuerdo a nuestros propios estándares de calidad no sea ya suficiente y esos porcentajes comiencen a reducirse.
Brutal . Experimentación constante al estilo flaneur