La metáfora ilumina el camino pero deslumbra el ojo desprotegido
Una herramienta poderosa que ilumina tanto como oscurece.
Las metáforas pueden ser herramientas poderosas para la explicación de conceptos complejos. Funcionan como puentes cognitivos entre lo conocido y lo desconocido, permitiendo que las ideas sean más accesibles y comprensibles. En ciencia y filosofía, las metáforas pueden ayudar a conceptualizar teorías abstractas o fenómenos no observables directamente, ofreciendo un lenguaje alternativo para discutir y reflexionar sobre ellos.
Por ejemplo, la metáfora de la "red" en ecología para describir las interacciones entre especies no implica que existan conexiones físicas literales entre ellas, sino que facilita la comprensión de las complejas relaciones de dependencia e influencia mutua.
Sin embargo, el uso excesivo o inapropiado de metáforas y otras figuras retóricas en argumentaciones puede conducir a malentendidos y falacias. Cuando la retórica sustituye a la lógica y el análisis crítico, se corre el riesgo de extrapolar indebidamente conceptos de un dominio a otro sin considerar las diferencias fundamentales entre ellos. Esto puede conducir a la distorsión de los conceptos originales y a la generación de "monstruos" conceptuales, como el darwinismo social.
Las limitaciones de la poesía
El principal peligro de confundir el uso heurístico de metáforas con argumentaciones lógicas radica en la creación de teorías que, aunque puedan parecer intuitivas o convincentes a nivel superficial, carecen de sustento empírico o lógico sólido. La extrapolación de conceptos de la biología a la sociología sin el debido cuidado epistemológico puede llevar a conclusiones erróneas y, lo que es peor, a justificaciones pseudocientíficas de ideologías dañinas como el racismo, el sexismo o el clasismo.
La sociobiología, por ejemplo, ha sido criticada por intentar explicar comportamientos y estructuras sociales complejas exclusivamente a través de principios biológicos, ignorando los factores culturales, históricos y psicosociales que también juegan roles fundamentales en la configuración de las sociedades humanas.
Este uso despreocupado de la metáfora a veces es habitual en algunas disciplinas humanísticas, con resultados igualmente negativos, aunque menos peligrosos.
Es difícil no recordar el conocido engaño perpetrado por Sokal en este ámbito. Con el fin de criticar ciertas prácticas pseudofilosóficas y pseudocientíficas, el físico estadounidense Alan D. Sokal redactó un ensayo en el que imitaba el estilo metafórico de pensadores como Lacan, Derrida, entre otros. El texto, titulado "Transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica", estaba plagado de metáforas físicas, sociológicas y psicológicas tan absurdas que, de haber sido presentadas en serio por Sokal, habrían hecho que sus colegas cuestionaran su cordura.
A pesar de ser consciente del sinsentido de su contenido, Sokal elaboró comparaciones ilógicas apoyándose en un extenso marco crítico, cuidando de mantener un tono académico y elegante. De manera sorprendente, el artículo fue aceptado y publicado por una revista de gran prestigio dentro de la disciplina (Social Text). El escándalo surgió cuando Sokal admitió que el artículo era un absurdo. El vergonzoso incidente llegó a tal extremo que algunos intentaron defender el texto, sugiriendo que podría tener un significado válido más allá de la intención original del autor.
Más tarde, hubo un affaire similar pero en lo tocante a los estudios de género. En 2017, Peter Boghossian y James Lindsay, junto con Helen Pluckrose, elaboraron varios artículos con contenido absurdo o deliberadamente provocativo para poner a prueba los estándares de rigor y la credibilidad de las publicaciones dentro de este campo.
Un ejemplo destacado de estos trabajos fue un artículo que argumentaba que el entrenamiento de perros en parques para perros es un claro ejemplo de la cultura de la violación masculina y un manifiesto de la opresión sexual humana. Otro artículo, supuestamente basado en un estudio de campo, concluía que los hombres que visitan gimnasios practican un tipo de culturismo que es una manifestación de la "brutalidad machista" y la "tiranía del patriarcado".
El objetivo de los autores era demostrar que ciertas revistas académicas de estos campos carecen de rigor científico, están politizadas y son susceptibles de publicar investigaciones de baja calidad siempre que los artículos reflejen ciertas perspectivas ideológicas. De los veinte artículos enviados, varios fueron aceptados para su publicación, y algunos incluso recibieron elogios por su supuesta contribución a la disciplina.
Con todo, a pesar de estos ejemplos manifiestos hacia el mal uso de las metáforas, estas continúan siendo fundamentales en la comunicación científica, especialmente para explicar descubrimientos a aquellos no especializados en el tema.
Navegando entre poesía y prosa
En este sentido, la metáfora, esa herramienta literaria tan querida por su capacidad para iluminar lo oscuro, se convierte paradójicamente en una niebla que envuelve la realidad, distorsionando sus contornos hasta hacerla irreconocible.
Cuando el lenguaje metafórico se sobrepone al literal, nos arriesgamos a construir un edificio de conocimiento sobre cimientos de arena, susceptibles de desmoronarse al primer embate de la crítica rigurosa. La metáfora, por su propia naturaleza, introduce una ambigüedad que, aunque enriquecedora en el arte, resulta problemática en la ciencia. Es esta ambigüedad la que puede conducir a interpretaciones erróneas o, peor aún, a la aceptación acrítica de ideas que, de haber sido expresadas con mayor precisión, habrían sido objeto de un escrutinio más riguroso.
Pues qué duda cabe que un corpúsculo de antracita en una nariz de connotaciones ornitológicas puede evocarnos a una bruja, pero tales embrujos también pueden hacernos olvidar la ley de la gravedad. Así pues, como Ulises, el escritor debe ejercer una astucia y un discernimiento extraordinarios para trazar un camino entre Escila y Caribdis, reconociendo que ambos elementos, en su justa medida, son esenciales para alcanzar la plenitud expresiva.
Qué interesante la cuestión de las metáforas. Pueden resultar inspiradoras, y estimular la exploración científica buscando confirmar distintas partes de la analogía. Pero también sirven para enmascarar ideología, que se administra encapsulada como quien no quiere la cosa. Deslumbrados por el sabor de lo que coincide, tragamos con lo que no. Me dejas pensando para una nueva publicación... muy relevante en estos días en los que exploramos el cerebro como si fuera un ordenador, o usamos Internet como si fuera una "nube"...
¡Gracias por la entrada!