Hablamos simplificadamente para entendernos, no para capturar la realidad
Las palabras no moldean la realidad, si acaso la vuelven comprensible a fin de que nos podamos coordinar socialmente.
Algunos de los supuestos más persistentes de la sociología popular son: equiparar grupos con agentes individuales, el poder con una fuerza, y los hechos sociales a objetos concretos.
Estos supuestos, claramente simplificadores, se transmiten a través de lo que los lingüistas denominan "metáforas convencionales". Estas metáforas se manifiestan en expresiones comunes como "el tiempo es un recurso" o "el debate es una guerra", donde las personas hablan de "perder" o "invertir" tiempo y describen debates intelectuales en términos de "ganar" o "defender" una posición.
Estas no son interpretaciones literales, ya que nadie cree realmente que pueda "aplastar" a un rival intelectual. Sin embargo, estas metáforas estructuran nuestra percepción de tales actividades. Como indicaron George Lakoff y Mark Johnson, estas interpretaciones metafóricas son fundamentales para el pensamiento humano.
¿Por qué recurrimos a estas metáforas para interpretar el mundo social? Principalmente, porque una representación más realista de las complejas interacciones individuales es simplemente demasiado difícil para nuestras capacidades mentales. La acumulación de innumerables comportamientos individuales, influenciados por las acciones de otros, forma sistemas complejos que exceden lo que podemos procesar conscientemente. En cierto modo, estamos "condenados" a usar la sociología popular con sus supuestos simplificados debido a la dificultad de comprender completamente la coordinación y el orden que surge de estas interacciones complejas.
No obstante, esta no es la única razón. Las representaciones simplificadas que forman parte de nuestra sociología popular también son herramientas eficaces de coordinación. La coordinación se ve facilitada cuando la mayoría de las personas comparten visiones similares del mundo social.
Por ejemplo, aunque la idea de que los grupos funcionan como agentes individuales pueda ser inexacta, sirve para coordinar las acciones dentro de un grupo. Las personas pueden utilizar descripciones simplificadas de su propio grupo y de otros, que orientan su comportamiento de manera efectiva. Esto actúa como una profecía autocumplida: en la medida en que la gente cree en estas descripciones, los comportamientos individuales tienden a confirmarlas. Lo mismo ocurre con la idea de que las normas sociales existen fuera de la mente individual.
El sesgo de confirmación es bueno y malo (como todo)
El sesgo de confirmación, la tendencia a no evaluar la información por sus propios méritos objetivos, sino a buscar, interpretar, favorecer y recordar información de una manera que confirme o apoye sus creencias anteriores, a menudo es visto como un obstáculo para el pensamiento crítico y la objetividad. Un claro enemigo de la razón.
Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo y adaptativo, este sesgo tiene un papel crucial en la forma en que los seres humanos procesan la información y toman decisiones, especialmente en un mundo lleno de incertidumbre y datos contradictorios. Es decir, estamos frente a un sesgo perfectamente racional.
Para conceptuar un sesgo como racional, en primer lugar es esencial reconocer que el cerebro humano está diseñado no solo para buscar la verdad, sino también para asegurar la supervivencia. En entornos donde la información es vasta y a menudo contradictoria, el sesgo de confirmación ayuda a simplificar el entorno al permitir que las personas se centren en la información que confirma sus creencias previas, reduciendo así la carga cognitiva. Este mecanismo hace que sea más fácil tomar decisiones rápidas sin necesidad de analizar exhaustivamente cada nueva pieza de información, lo cual puede ser vital en situaciones de vida o muerte.
Además, el sesgo de confirmación juega un papel importante en la cohesión social y la identidad grupal. Al favorecer las creencias que son compartidas por un grupo, los individuos fortalecen sus lazos con dicho grupo, lo que puede resultar en un sentido de pertenencia y seguridad emocional. En contextos históricos y prehistóricos, la cohesión grupal era esencial para la supervivencia, y en muchos aspectos, continúa siendo crucial en la sociedad moderna.
Desde un punto de vista psicológico, el sesgo de confirmación puede ayudar a reducir la ansiedad. Al reforzar las creencias que ya tenemos, nos protege de la inseguridad y el estrés que pueden surgir de cuestionar constantemente nuestras percepciones y entendimientos del mundo. Esta estabilidad cognitiva nos permite mantener un sentido de control y previsibilidad en nuestras vidas.
Los límites de la irracionalidad racional
Con todo, es crucial reconocer que, aunque el sesgo de confirmación tiene funciones adaptativas, su utilidad tiene límites. En el ámbito de la ciencia o en contextos donde la precisión de la información es crítica, este sesgo puede conducir a errores y malentendidos. Por ello, es importante ser conscientes de su existencia y aprender a mitigar sus efectos cuando es necesario.
En resumen, el sesgo de confirmación no es simplemente un defecto en nuestro razonamiento, sino una característica evolutivamente adaptativa que ha jugado y sigue jugando un papel crucial en nuestra capacidad para funcionar y prosperar en un mundo complejo. Es como un cuchillo: no sirve para todo, y a veces puede ser empleado tanto para matar como para cortar zanahorias. Al entender y apreciar los beneficios adaptativos de este sesgo, podemos equilibrar mejor sus ventajas y desventajas en diversas situaciones.
Y esto incluye el resto de nuestros sesgos. Porque gran parte de todos nuestros sesgos, según este nuevo estudio, nacen precisamente del sesgo de confirmación. Aquí se presentan algunos ejemplos significativos:
Efecto de atención: tendemos a sobreestimar cuánto otros notan un aspecto particular de nosotros mismos.
Ilusión de transparencia: sobreestimamos la capacidad de otros para percibir nuestros estados internos.
Transparencia ilusoria de la intención: creemos erróneamente que los demás entienden las intenciones detrás de nuestras expresiones ambiguas tan claramente como nosotros.
Falso consenso: suponemos incorrectamente que nuestras opiniones y creencias son ampliamente compartidas.
Proyección social: juzgamos a los demás basándonos en nuestras propias características, asumiendo que son similares a nosotros.
Punto ciego de sesgo: estamos convencidos de que los sesgos en el procesamiento de información afectan principalmente a otros, no a nosotros mismos.
Sesgo de medios hostil: percibimos que los informes de los medios están sesgados en contra de nuestro punto de vista.
Efecto mejor que el promedio: sobreestimamos nuestro desempeño en comparación con otros.
Sesgo de autoservicio: atribuimos los éxitos a factores internos y las fallas a factores externos.
Sesgo etnocéntrico y proyección en el grupo: priorizamos y percibimos a nuestro grupo como más representativo de una identidad superordinada que otros grupos.
Sesgo en el grupo y error de atribución final: vemos a nuestro grupo de manera más favorable y hacemos atribuciones externas para comportamientos negativos de nuestro grupo, mientras que el patrón se invierte para grupos externos.
Sesgo del intergrupo lingüístico: usamos descripciones más abstractas para el comportamiento positivo de nuestro grupo y más concretas para lo negativo, y viceversa para grupos externos.
Efecto de sensibilidad intergrupal: somos menos defensivos al evaluar críticas cuando provienen de dentro de nuestro grupo.
Error de atribución fundamental y sesgo de resultado: preferimos atribuciones disposicionales para acciones de otros y evaluamos decisiones basadas en sus resultados, no en su calidad intrínseca.
La hipótesis del tejido caro es central: como el cerebro es energéticamente muy costoso (2% de la masa, 20-25% de la energía) optimiza mucho con heurísticos, interpolaciones, rellenando los patrones que detecta... Evolutivamente es preferible asumir que nuestras creencias son razonablemente verdaderas y actuar en consecuencia que reevaluar todo cada vez desde cero.
Casi en “modo automático” buscando qué nos beneficia o qué podría ser un problema, normalmente cerca de la información que confirme nuestras creencias. Las consecuencias de las consecuencias.
Muy interesante.