Cómo estar en el lado bueno de la historia
Primera lección: ser como los demás de la forma más acrítica posible.
Diferentes contextos o diferentes limitaciones producen resultados diferentes. Diferentes caminos especifican individuos distintos, tanto sincrónica como diacrónicamente.
Un ejemplo sencillo: la forma de los copos de nieve refleja exactamente las condiciones en las que se formaron. Podríamos inferir tales condiciones solo por su forma.
¿Entonces? ¿Quién tiene razón? ¿Quién está en el lado bueno de la historia y quién, en el malo?
Exceptuando algunos pocos hechos indubitables (generalmente del magisterio de la ciencia más dura), todo depende de la interpretación, del segmento de información en el que te centres, de tu cosmovisión, de tus propósitos, de tu moral y de un sinfín de factores más que distorsionan tus lentes de análisis, e incluso lo que sientes, lo que anhelas, lo que consideras justo.
Dada esta situación, Adrián Sussudio compartió el fragmento de una novela que andaba leyendo que resume perfectamente cómo deberíamos afrontar lo que piensan los demás, por muy desviado que se encuentre de nuestro camino:
Los seres humanos son tan caprichosos, tan complejos, tan maravillosamente contradictorios, que merecen no solo nuestra consideración, sino también nuestra reconsideración, y nuestra firme determinación de guardarnos nuestra opinión hasta habernos relacionado con ellos en todas las situaciones y a todas las horas posibles.
“Un caballero en Moscú”, Amor Towles
No pienses. Haz lo que hacen los que tienen éxito
Pero ¿qué ocurre cuando no tenemos tiempo para confraternizar? Hay demasiadas posturas, demasiadas opiniones, demasiadas verdades y mentiras.
Recuerda que las mejores películas son las que te hacen ver que no hay buenos ni malos. Que solo hay buenos-malos según el momento. Y la vida real es infinitamente más compleja que las películas.
Por eso, frente a los múltiples caminos, escogemos los que más nos seducen en función de nuestra arquitectura neurobiológica. Pero aún más importante: escogemos lo que escogen los demás. Sobre todo nuestros semejantes. Sobre todo los que tienen éxito.
Mira ese director de cine, o esa ministra, o ese presentador de televisión. Tienen éxito. Dicen cosas relevantes. Si las cosas que dicen están asociadas a su éxito, deberías decir las mismas cosas para invocar el éxito. Si hoy toca las condolencias, pues tocan. Si toca la mani, toca. Di lo que dicen los demás porque no tienes tiempo de conocer a todo el mundo y tu vida consiste en formar parte de grupos. Di lo que dicen los grupos a los que quieres pertenecer. Si te quedas solo, cual llanero solitario, te morirás de pena y de dolor.
LLM WOKE
Un LLM es un modelo estadístico que determina la probabilidad de ocurrencia de una secuencia de palabras en una oración. Es el ejemplo de ChatGPT o Gemini. Dado que ellos han sido entrenados con datos del mundo real, también están escorados hacia lo woke.
El término "woke" es un término de argot que hace referencia a la concienciación y participación activa en la lucha contra la injusticia social y la discriminación. Ser woke implica una conciencia crítica de las desigualdades sociales, un compromiso con la acción en favor del cambio social y la voluntad de desafiar el statu quo. El problema es que ser woke ya es el statu quo. Y posicionarse como woke otorga tantos puntos sociales que no importa si realmente estás concernido con todos esos asuntos. Lo importante es demostrar que lo estás. Recuerda: no quieres la verdad, que es miriónima, sino que quieres amigos.
Un LLM actúa de un modo similar.
Así como el consumo conspicuo se basa en la idea de comprarse un coche caro pero poco cómodo solo por el hecho de ser caro y así elevar tu estatus, las ideas conspicuas serían tanto lo mismo. Postureo moral. Es horrible, execrable, pero son las normas del juego. Si no aceptas las reglas, te quedas fuera.
De este modo, si se aplica la prueba IDRlabs Woke a varios LLM populares, los resultados son demoledores. Lo cual demuestra, una vez más, que ser woke es la norma. Que las instituciones, el poder y el establishment se manifiestan como woke.
Esta prueba mide los siguientes parámetros:
La lucha contra el poder: implica (lo que las personas despiertas consideran) una comprensión crítica de las estructuras
Luchas sociales, las dinámicas de poder y las raíces de la opresión: para las personas woke, luchar contra el poder implica resistir o negar el impacto histórico y actual de la discriminación por motivos de raza, género, orientación sexual, clase y otras categorías sociales.
Justicia Social: este compromiso puede adoptar diversas formas, como la participación en protestas, la organización de iniciativas comunitarias, el apoyo a grupos marginados y la defensa de cambios políticos.
Desafiar las normas: implica desarraigar o combatir lo que quienes están despiertos consideran las normas opresivas imperantes y los supuestos que perpetúan la injusticia en la sociedad.
Conocimiento alternativo: denota un proceso continuo de aprendizaje y compromiso con lo que aquellos que están despiertos ven como experiencias vividas marginadas y formas de saber.
Solidaridad interseccional: implica lo que quienes la practican consideran fomentar la empatía hacia los grupos marginados y un sentimiento de solidaridad con quienes luchan por el cambio social.
Empoderar a los desvalidos: el deber ético de empoderar a las personas y comunidades marginadas para hacer frente a la injusticia y crear una sociedad más equitativa.
Ciudadanía global: la interconexión de los problemas globales y la necesidad de solidaridad entre comunidades.
Sostenibilidad climática: ven la crisis climática no sólo como una grave amenaza para el planeta, sino que también se preocupan por cómo el cambio climático puede repercutir en las comunidades vulnerables, como las de los países en desarrollo.
Gemini no es la inteligencia artificial más Woke, pero Google probablemente sí que sea la empresa de tecnología más Woke. De hecho, para muchos empleados es un verdadero infierno: "[según la dirección de Google] el problema de Gemini no fue la vergonzosamente mala calidad de sus respuestas ni la desorientadora omisión de los blancos de la historia de la humanidad, sino la introducción de nazis negros y asiáticos (una vez más, porque los blancos fueron borrados de la historia de la humanidad), lo que se consideró ofensivo para la gente de color".
Veamos ahora otro ejemplo. ¿Qué grupos están más protegidos por OpenAI/ChatGPT? Atención a los menos protegidos. Son los que merecen menos consideración:
Todas las inteligencias artificiales están escoradas hacia la woke. También las instituciones. Y las personas (al menos, de puertas para afuera). Si quieres tener amigos, si quieres aumentar tu estatus, si quieres sentirte bien contigo mismo o desviar la atención acerca de los muertos que hay en tu armario, no lo dudes: sé woke. Al menos, hasta que siga estando de moda.
Pero puedes atacar al grande
Los aspectos de la teoría contemporánea de la IA desafiarán totalmente las intuiciones de Karl Popper expresadas en The Open Society and Its Enemies: persuadido principalmente por la reacción a los horrores totalitarios del fascismo y el comunismo en la Segunda Guerra Mundial, Popper intuyó que la verdad social se sirve mejor mediante la competencia política y la ingeniería social fragmentada, no mediante el monopolio político.
Con todo, el verdadero problema de la inteligencia artificial (y de la mayor parte de las inteligencias humanas) no es tanto que tenga un sesgo woke como que sea profundamente normie.
En una nación dividida casi en partes iguales entre progresistas y conservadores, la izquierda domina casi todas las instituciones importantes, incluidas las universidades, el gobierno y las empresas estadounidenses. Esto es tanto un requisito legal como una cuestión de que una de las partes triunfe en el mercado de las ideas. La cultura tiene su propia fuerza independiente, pero el Estado, desde los años 1960, ha estado poniendo el pulgar en la balanza.
Por consiguiente, mi manera de entender la lucha por la verdad y la bondad es más bien atacar a lo establecido, a lo que resulta más difícil de cuestionar, lo que está blindado por poderes económicos, mediáticos y culturales. O sea, lo único que me parece honrado, honesto, bueno e inteligente es atacar lo normie, lo estándar, lo intocable, el sistema. O como lo explica Richard Hanania, desde principios de la década de 2010, el paradigma dominante en la política ha girado en torno al racismo frente al antirracismo. Sin embargo, parece que estamos transitando hacia una era definida por el conflicto entre el establishment y los bichos raros, o dicho de otro modo, entre los convencionales y los excéntricos.
Si tienes sangre en las venas o aún no has sido arrastrado a la comodidad de lo burgués, no queda otra que esquilmar un poco el poder omnímodo del socialismo pijoprogre que refleja la mayoría de medios, el cine, la cultura y las instituciones. Si las cosas se salen de madre y toman el poder otros, y hacen lo mismo, entonces no quedará otra que a intentar derrocarlos por igual.
Eso no significa que no tenga opiniones fundamentales y cambie de opinión como un veleta. Lo que significa es que hay temas que admiten muchos matices, consideraciones y argumentos, y que puedo dar más o menos peso a todo ello en función de las circunstancias, o en respuesta a los cambios en las prioridades sociales o los eventos actuales. Por ejemplo, siempre he tenido la misma opinión sobre el aborto: debe ser legal. Pero no estoy de acuerdo con la consigna “nosotros parimos, nosotras decidimos”, porque me suena demasiado a “yo conduzco, yo decido” (con el añadido de que la madre está conduciendo un coche con un bebé dentro y ha determinado despeñarse por un acantilado… al fin y al cabo, el debate del aborto se centra en la línea roja donde empieza el derecho a la vida, no en la libertad individual de realizar un acto, y para muchos conservadores no hay diferencia entre un feto y un bebé sentado en el asiento de un coche).
Esto no significa que haya cambiado mi posición fundamental, sino que respondo a una nueva realidad política que exige una defensa más enfática de ciertas libertades o derechos que considero importantes. O lo contrario.
Por lo tanto, aunque alguien pudiera observar que últimamente critico más a un lado del espectro político que al otro, en realidad estoy adaptando mi enfoque a los argumentos que esgrimen unos y su poder a la hora de configurar la sociedad. Esto refleja una adaptación a la nueva realidad política más que un cambio en mis creencias fundamentales. Una adaptación que pasa por enfrentarme con más ahínco a las ideas más populares, que precisamente por su popularidad se someten a un escrutinio más laxo.
Ideas conspicuas
También las ideas más populares se esgrimen no tanto porque sean útiles como porque te permiten tener más amigos. En ese sentido, el capitalismo es un sistema que, aunque ampliamente adoptado y efectivo en términos prácticos, suele enfrentarse a críticas ideológicas o populares sistemática. Esta discrepancia entre su aceptación factual y su rechazo ideológico me resulta fascinante, porque revela cómo algo puede ser funcional y, al mismo tiempo, objeto de desaprobación en el discurso social. Por otro lado, la corriente woke, enfocada en la conciencia social y la justicia, parece vivir una situación inversa. A pesar de su popularidad en discursos y círculos ideológicos, su implementación práctica es más compleja o menos generalizada, quizás debido a los profundos cambios que propone o a su choque con estructuras de poder arraigadas.
Estas ideas que adoptamos más por el estatus que confieren que por su utilidad real son ideas conspicuas: actúan como una especie de virus social o, para usar una metáfora más visual, como la cola del pavo real: no necesariamente prácticas o beneficiosas, pero sí distintivas y capaces de elevar nuestro valor social, incluso a costa de ir en contra de nuestros propios intereses.
Desde esta perspectiva, me inclino a pensar que hay valor en defender ideas no populares o contracorriente. Estas ideas, al ser minoritarias, adquieren un cierto estatus por su misma rareza o rebeldía, similar a cómo el punk se posicionó como un movimiento contracultural. No es tanto la bondad intrínseca de estas ideas lo que me atrae, sino su capacidad para pisar callos. Nunca faltarán personas que acepten lo establecido, pero siempre corremos el riesgo de que nos falten personas que lo cuestionen.
Porque muy pocos hacen este ejercicio. Porque te condena, indefectiblemente, a estar siempre en la lado malo de la historia. A ser Darth Vader. Por eso, apenas hay películas con este enfoque. Solo una, que yo sepa: La caza (The Hunt).
En el filme, si te identificas con el espectro conservador, es probable que encuentres un placer culpable en la representación exagerada y caricaturesca de los progresistas obsesionados con la corrección política. Por otro lado, aquellos con inclinaciones progresistas podrían disfrutar del castigo irónico que reciben ciertos personajes estereotipados, retratados como merecedores de su destino por su cerrazón mental. O dicho en román paladino: la película reconoce que la mayoría de la gente es idiota, y que es infructuoso calcular cuántos idiotas hay en cada bando. Que no hay un bando bueno de la historia. Ambos son buenos y malos.
Quizá hay alguna pieza audiovisual y masiva del estilo. Pero serán siempre pocas. Porque es precisamente el espectador el que requiere esa falta de diversidad en el cine y que siempre se cuenten las mismas cosas y se defiendan las mismas ideas, como si esas fueran verdades indiscutibles. Algo que podemos ver en el cine español en general, y en la gala de los premios Goya en particular. Por esa razón, este programa de Ortega es un rara avis, una piedra preciosa, un recuerdo de que los cómicos siempre ha tendido a ridiculizar al poder desde un punto de vista políticamente incorrecto. Un recuerdo de las palabras del Nobel Ilya Prigogine: “la naturaleza es demasiado rica para ser descrita en un solo idioma”.
Me gusta. El desarraigo de las creencias propias para adaptarse a las que, en su entorno, son predominantes. Admiro mucho la resistencia a la presión y a la incomodidad de “lo distinto”. Y bueno, aunque en estos casos no traten temas políticos, creo que en películas como ‘La duda’ de John Patrick Shanley, o ‘Prisioners’ de Villeneuve, se puede ver cómo los protagonistas se enfrentan a situaciones moralmente complejas, todos son malos-buenos, es muy interesante. Gracias, ha sido muy agradable y extraño leer este boletín, pues me reconozco en esa dualidad, aunque me incomode reconocerlo. Dejo aquí una frase de la novela de Vargas Llosa ‘la ciudad y los perros’: “aúllan como demonios cuando llega la noche; ¿sabes por qué?: para quebrar el silencio que los aterroriza.”
Muy fans de los premios Velázquez. Y siempre a favor de lo bueno y en contra de lo malo.
Pedazo de artículo. También muy fans de todo lo que dices en él. Gracias.